jueves, 21 de octubre de 2010

continuacion del capitulo 1

Joe sonrió.

-La verdad es que estoy muy bien. La que está asustada es Ronnie. Lee todo lo que cae en sus manos sobre el embarazo y los bebés. Y creo que los libros la están asustando todavía más.

-Santo cielo, un niño -repitió Zac-. ¿Vais a llamarlo Joe Cat Júnior?

-Yo quiero una niña -reconoció Joe. Su sonrisa se suavizó-. Una pelirroja, como su madre.

-Bueno, ¿y qué es lo demás? -preguntó Zac. Al ver la mirada de sorpresa de Joe, añadió-: Has dicho que sólo era en parte una visita de cortesía. Eso significa que hay algo más. ¿A qué has venido, aparte de eso?

-Ah, sí. Steve Horowitz me llamó para pedirme que estuviera presente cuando hablara contigo.

Zac se tensó de inmediato mientras se ponía la camiseta. Steve Horowitz era su médico. ¿Para qué quería que Joe estuviera allí cuando hablara con él?

-¿Por qué?

Joe no dijo nada, pero su sonrisa se desvaneció.

-Al fondo del pasillo hay una sala de oficiales -dijo-. Steve dijo que hablaríamos allí.

Una charla en la sala de oficiales. Aquello era aún más serio de lo que Zac había imaginado.

-Está bien -dijo con calma. Era absurdo presionar a Joe. Sabía que su antiguo jefe no le diría nada hasta que apareciera Steve.

-¿Cómo va tu rodilla? -preguntó Joe mientras iban por el pasillo. Caminaba despacio a propósito, sin forzar el paso, para que Zac pudiera seguirlo.

Zac sintió una punzada de irritación que conocía bien. Odiaba no poder moverse con rapidez. Maldición, en otro tiempo solía batir todas las marcas de velocidad durante el entrenamiento físico.

-Hoy me encuentro mejor -mintió. Cada paso que daba le dolía a rabiar. Y lo más ridículo de todo era que Joe sabía perfectamente cuánto le dolía.

Empujó la puerta de la sala de oficiales. Era una habitación bastante agradable, con grandes y mullidos sillones y un enorme ventanal que daba a los jardines. La moqueta era de un tono azul ligeramente más claro que el del cielo, y la tapicería de los sillones hacía juego con la abundante vegetación que crecía más allá de la ventana. Los colores sorprendieron a Zac. Solía ir allí bien entrada la noche, cuando no podía dormir. En la penumbra, las paredes y los muebles le habían parecido grises.

Steven Horowitz entró en la sala un paso por detrás de ellos.

-Bueno -dijo con sus maneras enérgicas y eficientes. Saludó a Joe con una inclinación de cabeza-. Gracias por venir, teniente. Sé que usted también está muy ocupado.

-Para esto, no, capitán -contestó Joe con calma.

-¿Y qué es «esto» exactamente? -preguntó Zac. No estaba tan inquieto desde la última vez que había salido a «husmear» en una operación de recogida de información tras las líneas enemigas.

El médico señaló el sofá.

-¿Por qué no nos sentamos?

-Prefiero estar de pie, gracias -Zac había pasado mucho tiempo sentado durante los primeros años después de resultar herido. Había pasado demasiado tiempo en una silla de ruedas. Si podía elegir, ya nunca se sentaba.

Joe se acomodó en el sofá y estiró las largas piernas. El médico se sentó al borde de un sillón. Sus gestos parecían anunciar que no pensaba quedarse mucho tiempo.

-Esto no va a gustarle -le dijo bruscamente a Zac-, Ayer firmé su alta para que se marche del centro. Zac no podía creer lo que estaba oyendo.

-¿Qué?

-Se va de aquí -dijo el médico, no sin amabilidad-. Hoy, a las dos de la tarde.

Zac miró al médico y a Joe. Éste tenía la mirada velada por la amargura, pero no contradijo a Horowitz.

-Pero mis sesiones de fisioterapia...

-Han terminado -concluyó el doctor-. Has recuperado suficientemente el uso de la rodilla y...

-¿Suficientemente para qué? –preguntó Zac, enfurecido-. ¿Para andar cojeando? ¡Eso no es suficiente, maldita sea! Tengo que ser capaz de correr. Tengo que poder...

Joe se irguió en su asiento.

-Steve me ha dicho que lleva semanas estudiando tu historial -dijo con serenidad a Zac el comandante de la Brigada Alfa-. Por lo visto, no ha habido mejoras...

-Porque estoy pasando una época mala. Suele pasar en esta clase de...

-Su fisioterapeuta se ha mostrado preocupada porque se esté usted excediendo -lo interrumpió Horowitz-. Se está esforzando demasiado.

-Corte el rollo -Zac agarró tan fuerte el bastón que se le transparentaron los nudillos-. Se me ha agotado el tiempo, ¿no es eso? -volvió a mirar a Joe-. Alguien del piso de arriba ha decidido que ya me he aprovechado suficiente, que tengo que dejar mi cama vacía para que la ocupe algún otro infeliz sin esperanzas de recuperarse del todo, ¿no?

-Sí, quieren tu cama -contestó Joe asintiendo con la cabeza-. En parte es eso, sí. En los centros de veteranos, las plazas son limitadas. Ya lo sabes.

2 comentarios:

dani1301 dijo...

pobre zac
debe ser muy dificil en esa situacion
bueno me encanta tu nove
siguela prontito
bye

zalexa dijo...

interesant no0ve
siguela pro0nto0
nna bno0 bye

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