viernes, 29 de octubre de 2010

Continuacion

Su vecina de al lado era asombrosamente bella. Era casi medio metro más baja que él y de complexión esbelta. Llevaba una camiseta holgada y unos pantalones cortos anchos. Sus piernas bien formadas tenían el mismo bronceado ligero y estaba descalza. Su figura era menuda, casi infantil. Casi. Sus pechos parecían pequeños, pero hinchaban de un modo decididamente femenino, aunque leve, la tela de su camiseta de algodón.

A primera vista, por su forma de vestir y su belleza límpida y fresca, Zac había pensado que era una niña, una adolescente. Pero, de cerca, distinguía leves arrugas en su cara, junto con una confianza y una sabiduría que no podía transmitir ninguna adolescente. Pese a su apariencia juvenil, aquella tal Vanessa Hudgens rondaba posiblemente su edad.

-Los SEAL de la Marina -explicó él, sin dejar de mirar sus extraños ojos pardos- son el grupo de operaciones especiales más selecto del ejército estadounidense. Operamos en tierra, mar y aire.

-Entiendo -dijo ella con una sonrisa-. Qué monada.

Tenía una sonrisa algo ladeada que la hacía parecer un poco boba. Sin duda sabía que aquella sonrisa estropeaba su perfecta belleza, pero ello no le impedía sonreír. De hecho, Zac habría apostado a que, boba o no, la sonrisa era la expresión preferida de aquella mujer.
Aun así, su sonrisa era dubitativa, como si no supiera si él se la merecía. Estaba inquieta, pero Zac no sabía si era por sus heridas o por su imponente estatura. En todo caso, no se sentía a gusto con él.

-«Monada» no es una palabra con la que se suela describir a una unidad de operaciones especiales.

-«Operaciones especiales» -repitió Nessa-. ¿Algo parecido a los boinas verdes o los comandos?

-Algo parecido -le dijo Zac mirándola a los ojos-. Sólo que es un cuerpo más sofisticado, más fuerte y más duro. Los SEAL estamos especializados en diversos campos. Todos somos excelentes tiradores y expertos en demoliciones tanto en tierra como en mar, podemos volar, conducir o navegar cualquier avión, reactor, tanque o embarcación. Y todos somos expertos en el uso de la tecnología militar más avanzada.

-Me da la impresión de que es usted un experto en hacer la guerra -la sonrisa bobalicona de
Nessa se había desvanecido, llevándose consigo la mayor parte del calor de sus ojos-. Un soldado profesional.

Zac asintió con la cabeza.

-Sí, eso es.

A ella no le gustaban los soldados. Ésa era la clave. Tenía gracia. Algunas mujeres se volvían locas por los militares. Y otras hacían lo imposible por evitarlos. Aquella tal

Vanessa Hudgens caía claramente en la segunda categoría.

-¿A qué se dedica cuando no hay guerra en la que luchar? ¿Empieza una usted solo?
Sus palabras eran deliberadamente hostiles. Zac sintió que se crispaba. No tenía que defenderse a sí mismo ni a su profesión delante de aquella chica, por muy bonita que fuera.
Se había encontrado con muchas como ella antes. Era políticamente correcto ser pacifista, apoyar la desmilitarización, defender el recorte de gastos de defensa... sin tener ni idea de la situación mundial.

Zac no tenía nada contra los pacifistas, en realidad. Creían verdaderamente en el poder de la negociación y en las conferencias de paz. Pero él se regía por el viejo refrán: camina con sigilo y lleva un buen garrote. Y los SEAL de la Marina eran el mayor y el más duro garrote que podía llevar Estados Unidos.

En cuanto a la guerra, se estaba librando una colosal: la guerra contra el terrorismo.

-No me venga con ese rollo -Zac se apartó y se dirigió a la puerta de su piso apoyándose en el bastón.

-Ah, ¿mi opinión es un rollo? - Nessa se puso delante de él y le cortó el paso. Sus ojos despedían fuego verde.

-Lo que necesito es otra copa -anunció Zac-. Y con urgencia. Así que, si no le importa apartarse de mi camino...

Nessa cruzó los brazos y no se movió.

-Lo siento -dijo-. Reconozco que mi pregunta puede haber sonado un poco hostil, pero aun así no creo que sea un rollo.

Zac la miró fijamente.

-No estoy de humor para discutir -dijo-. Si le apetece entrar a tomar una copa, sírvase. Le encontraré algún vaso. Si quiere quedarse a pasar la noche... aún mejor. Hace mucho tiempo que no comparto la cama. Pero no tengo intención de quedarme aquí discutiendo con usted.

Nessa se sonrojó, pero no bajó la mirada. Ni la apartó.

-La intimidación es un arma poderosa, ¿verdad? -dijo-. Pero sé qué pretende y no le servirá de nada. No me intimida usted, teniente.

Zac dio un paso adelante de tal modo que invadió su espacio personal y la arrinconó contra la puerta cerrada.

-¿Y ahora? -preguntó-. ¿Está intimidada?

Nessa no lo estaba. Él lo notaba en sus ojos. Estaba enfadada, sin embargo.

-Qué típico -dijo ella-. Cuando la agresión psicológica no funciona, siempre recurren a la amenaza de la violencia física -le sonrió con dulzura-. Va usted de farol, soldadito. ¿Qué va a hacer ahora?

Zac miró su cara ovalada. Se había quedado sin ideas, aunque jamás lo admitiría ante ella. Se suponía que Nessa ya tendría que haber huido. Pero no lo había hecho. Seguía allí, mirándolo con enfado, con la nariz a unos centímetros de la suya

jueves, 28 de octubre de 2010

continuacion del capitulo 2

Pero no era sólo el aspecto imponente del teniente Zachary lo que la hacía parecer una mocosa. Era también el hecho de que se tratara de un militar. A pesar de que no llevaba uniforme, allí de pie, delante de ella, con los hombros hacia atrás y la cabeza alta parecía la versión naval de un Geyperman. Era un soldado no por reclutamiento forzoso, sino por voluntad propia. Había elegido alistarse. Había decidido perpetuar todo cuanto, llevados por su oposición a la guerra, los padres de Nessa le habían enseñado a rechazar.
Su vecino seguía mirándola tan atentamente como ella a él.

-Tenía curiosidad -dijo. Su voz era grave y no tenía acento. No hablaba particularmente alto, pero sus palabras le llegaban con bastante claridad.

Nessa forzó una sonrisa.

-Claro.

-No se preocupe -dijo él, pero no le devolvió la sonrisa. De hecho, no había sonreído ni una sola vez desde que ella se había dado la vuelta para mirarlo por encima de la barandilla-. No hago ruido. No doy fiestas salvajes. No la molestaré. No me meteré en su vida y confío en que tenga la amabilidad de hacer lo mismo.

Inclinó la cabeza una sola vez y Nessa se dio cuenta de que acababa de despedirla. Con una sola inclinación de cabeza, la había despachado como si fuera una de sus reclutas.

Mientras ella lo miraba, el antiguo teniente de la Marina se dirigió a las escaleras.
Apoyaba en el bastón la mayor parte del peso de su cuerpo. Y cada paso que daba parecía lleno de dolor. ¿De veras iba a subir esas escaleras...?

Claro que sí. El complejo de apartamentos no estaba equipado con ascensores, ni escaleras mecánicas, ni cualquier otro sistema que permitiera acceder al segundo piso a los discapacitados. Y estaba claro que aquel hombre lo era.

Pero el teniente Zachary subió, escalón a escalón, penosamente. Usaba la barandilla de hierro y la parte superior de su cuerpo para ayudarse a avanzar, y subía los escalones prácticamente a la pata coja. Aun así, Nessa notó que cada movimiento le causaba un gran dolor. Cuando llegó a lo alto de la escalera, respiraba trabajosamente y tenía la cara cubierta por una película de sudor.

Nessa, como siempre, habló con el corazón, sin detenerse a pensar.

-Hay un piso en venta en la planta baja -dijo-. Quizá en la oficina de la comunidad puedan ayudarlo a cambiar su piso por el de... el de...

Él le lanzó una mirada abrasadora.

-¿Sigue aquí? -su voz era áspera y sus palabras, groseras. Pero, cuando volvió a levantar los ojos y los fijó por un instante en los de ella, ella distinguió en su mirada un sinfín de emociones. Rabia, desesperación, vergüenza. Una increíble cantidad de vergüenza.

Nessa tenía el corazón en la garganta.

-Lo siento -dijo, y bajó casi involuntariamente la mirada hacia su pierna herida-. No quería...

Él se situó justo debajo de una de las luces del corredor y levantó un poco la pierna derecha.

-Bonito, ¿eh? -dijo.

Su rodilla era una encrucijada de cicatrices. La articulación parecía hinchada y congestionada. Nessa tragó saliva.

-¿Qué...? -dijo, y se aclaró la garganta-. ¿Qué le pasó?

Levantó la mirada y vio que los ojos del teniente eran de un extraño tono de azul. De un azul oscuro, casi negro. Y estaban rodeados por las pestañas más largas y densas que Nessa había visto nunca en un hombre.

De cerca, y a pesar de la pátina de sudor que cubría su cara, Nessa se convenció de que el teniente Zachary Efron era el hombre más atractivo que había visto en sus veintisiete anos de vida.

Su pelo era rubio oscuro. No era el rubio opaco típico, sino más bien un castaño claro con mechones y destellos dorados, y hasta algunos reflejos pelirrojos que relucían al sol. Tenía la nariz grande, pero no demasiado para su cara, y ligeramente aguileña. Su boca era ancha.

Nessa deseó verlo sonreír.

Qué sonrisa tendría, con aquella boca tan generosa. Tenía las típicas líneas de expresión junto a las comisuras de la boca y de los ojos características de las personas que ríen a menudo, pero en ese momento sus facciones estaban tensas por el dolor y la furia.

-Me hirieron -dijo él con brusquedad-. Durante una operación militar.

Había estado bebiendo. Nessa estaba lo bastante cerca como para distinguir el olor a whisky en su aliento. Dio un paso atrás.

-¿Una... operación militar?

-Sí -contestó él.

-Debió de ser... horrible -dijo ella-. Pero... no sabía que Estados Unidos hubieran participado en batallas navales últimamente.

-Me hirieron durante una operación contraterrorista de rescate en el centro de Bagdad -respondió Zac.

-¿No está Bagdad un poco lejos del mar para un marino?

-Soy SEAL de la Marina -dijo él. Luego sus labios se torcieron en una mueca agria, semejante a una sonrisa-. «Era» SEAL de la Marina -puntualizó.

Zac se dio cuenta de que ella no sabía qué quería decir. Lo miraba con asombro en sus ojos de extraño color. Eran de un tono claro, entre marrón y verde, con un cerco marrón oscuro en el borde del iris. Eran ligeramente rasgados y exóticos, como si, quizás en la generación de sus abuelos, hubiera habido sangre asiática o polinesia. O hawaiana. Eso era. Parecía levemente hawaiana. Sus pómulos, altos y anchos, realzaban aquel efecto. La nariz era pequeña y delicada, igual que sus labios. Su piel, tersa y clara, tenía un delicioso bronceado. Llevaba el pelo largo y rizado recogido en una coleta y un ligero flequillo suavizaba los rasgos de su cara. Tenía el pelo tan largo que, si se lo dejaba suelto, llegaría hasta las caderas.

miércoles, 27 de octubre de 2010

CAPITULO 2

Había luz en el 2°C.

Vanessa Hudgens se detuvo en el aparcamiento, con los brazos cansados de llevar las bolsas de la compra, y miró la ventana del piso de la segunda planta contiguo al suyo.

El 2°C llevaba tantos años vacío y a oscuras que Nessa había empezado a creer que su propietario jamás volvería a casa. Pero su propietario, fuera quien fuese, estaba allí esa noche.

Nessa sabía que el dueño del 2°C era, en efecto, un hombre. Agarró algo mejor las asas de sus bolsas de tela y se dirigió a las escaleras de cemento exteriores que llevaban a su piso en la segunda planta. Su nombre era Zachary Efron teniente retirado de Marina. Nessa lo había visto en el listín de la comunidad de propietarios y en las pocas cartas de publicidad que conseguían pasar la criba de la oficina de correos.

Hasta donde Nessa sabía, su vecino de al lado era un oficial de la Marina jubilado. Como sólo disponía de su nombre y su rango, el resto lo había dejado a su imaginación. Zac era posiblemente un hombre mayor, quizás incluso un anciano. Tal vez hubiera servido en la Segunda Guerra Mundial. O quizás hubiera combatido en Corea o Vietnam.

Fuera como fuese, Nessa estaba ansiosa por conocerlo. En septiembre, sus alumnos de segundo de bachillerato empezaban a estudiar historia de Estados Unidos desde el crack de 1929 hasta el final de la guerra de Vietnam. Con un poco de suerte, el teniente retirado Zachary Efron estaría dispuesto a ir a dar una charla a sus alumnos, a contarles su historia, a narrarles sus vivencias de la guerra en la que había servido.

Porque ése era el problema con el estudio de las guerras. Hasta que no se comprendía como vivencia personal, no se comprendía en absoluto.

Vanessa abrió la puerta de su piso, metió dentro las bolsas y cerró la puerta con el pie. Guardó las bolsas en el pequeño armario de los cepillos, se miró en el espejo y se enderezó la coleta alta en la que llevaba recogido la melena oscura.

Luego volvió a salir al corredor abierto que comunicaba todos los pisos de la segunda planta del edificio.

Las letras de la puerta, 2°C, estaban ligeramente oxidadas, pero aun así, y a pesar de la puerta mosquitera, reflejaban los focos del patio. Sin darse tiempo para sentirse nerviosa o apocada, Nessa pulsó el timbre.

Lo oyó sonar dentro del apartamento. Las cortinas del cuarto de estar estaban abiertas y dentro había luz, así que echó un vistazo.

Arquitectónicamente, el piso era como la imagen en un espejo de su propia casa. Un pequeño cuarto de estar unido a una minúscula zona de comedor, que, doblando una esquina, conectaba con una cocinita. Otro corto pasillo conducía desde el cuarto de estar a los dos pequeños dormitorios y el cuarto de baño. Era exactamente igual que su piso, salvo que las habitaciones estaban dispuestas en dirección contraria.

Los muebles del teniente Zachary eran también lo contrario a los suyos. Nessa había decorado su cuarto de estar con bambú y colores ligeros y alegres. El del teniente Zachary estaba lleno de muebles oscuros, de aspecto ligeramente desvencijado y que no hacían juego entre sí. El sofá era de cuadros verdes oscuros, y la funda estaba muy ajada. La moqueta era del mismo tono verde bosque que la de Nessa cuando se había mudado allí, tres años atrás. Pero ella la había cambiado inmediatamente.

Volvió a apretar el timbre. Pero no hubo respuesta. Abrió la puerta mosquitera y llamó a la puerta con energía, pensando que, si el teniente Zachary era un hombre mayor, tal vez fuera duro de oído...

-¿Busca a alguien?

Nessa se volvió de golpe, sobresaltada, y la mosquitera se cerró con estruendo. Pero no había nadie en el corredor.

-Estoy aquí abajo.

La voz procedía del patio y, cómo no, había un hombre de pie entre las sombras. Nessa se acercó a la barandilla.

-Busco al teniente Zachary -dijo. Él dio un paso adelante y salió a la luz.

-Vaya, qué suerte la suya. Ya lo ha encontrado.

Nessa se quedó mirándolo fijamente. Sabía que tenía la mirada clavada en él, pero no podía evitarlo.

Zachary Efron, teniente retirado de la Armada, no era un hombrecillo entrado en años. Era sólo algo mayor que ella. Tenía, como mucho, poco más de treinta años. Era joven, alto y fuerte como un tanque. La camiseta sin mangas que llevaba dejaba al descubierto sus hombros y brazos musculosos, y apenas cubría su pecho de aspecto recio.

Tenía el pelo rubio oscuro y muy corto, casi al estilo militar. Su mandíbula era cuadrada; sus facciones, duras y ásperas y su rostro, atractivo e imponente.

Nessa no distinguía de qué color eran sus ojos, sólo sabía que eran intensos y que la examinaban tan cuidadosamente como los de ella a él.

El teniente dio otro paso adelante y Nessa notó que cojeaba y que se apoyaba pesadamente en un bastón.

-¿Quería algo, aparte de echarme un vistazo? -preguntó él.

Sus piernas seguían entre las sombras, pero la luz iluminaba sus brazos. Y sus tatuajes. Uno en cada brazo. Un ancla en uno y algo que parecía una sirena en el otro. Nessa volvió a fijar la mirada en su cara.

-Esto... yo... -dijo-. Sólo quería... decirle hola. Soy Vanessa Hudgens. La vecina de al lado -añadió débilmente.
Parecía tímida y torpe, como una de sus alumnas adolescentes.

martes, 26 de octubre de 2010

Continuacion

-¿Marcharme? -dijo Zac. Se echó a reír, pero no había humor en su risa-. No puedo marcharme porque ya me han puesto de patitas en la calle. ¿No, capitán Horowitz? Tengo que estar fuera de aquí a las dos en punto.

Se hizo un silencio, un silencio que cayó sobre ellos, denso, inmóvil y palpable.

-Lo siento -dijo por fin el médico-. Debo hacer lo más conveniente para usted y para este centro. Debemos usar su cama para alguien que realmente la necesite. Y usted debe dar un descanso a su rodilla antes de que se haga más daño. La solución obvia era mandarlo a casa.

Algún día, me dará las gracias por esto.

La puerta emitió un chasquido al cerrarse tras él.


Zac miró a Joe.

-Puedes decirle a la Armada que sólo estoy dispuesto a aceptar la vuelta al servicio activo -dijo con rotundidad-. No voy a dedicarme a enseñar.

Los ojos oscuros del más alto de los dos reflejaron culpa y compasión.

-Lo siento -dijo Joe en voz baja.

Zac miró con rabia el reloj de la pared. Era casi mediodía. Dentro de dos horas, tendría que recoger sus cosas y marcharse. Dentro de dos horas, ya no sería una SEAL de la Marina apartado temporalmente del servicio activo mientras se recuperaba de una lesión grave. Sería Zachary Efron, ex teniente de los SEAL de la Marina. Un civil sin ningún sitio adonde ir, sin nada que hacer.

La ira golpeó sus entrañas como un mazazo. Cinco años atrás, rara vez experimentaba aquella sensación.

Era un hombre tranquilo y despreocupado. Ahora, en cambio, rara vez sentía algo que no fuera rabia.

Un momento... Sí que tenía adonde ir. Su ira se apaciguó un poco. Había seguido pagando su pequeño piso de San Felipe, el modesto barrio que había junto a la base naval. Pero, una vez llegara a San Felipe, ¿qué haría? No tenía, en realidad, nada que hacer.

No tener nada que hacer era peor que no tener adonde ir. ¿Qué iba a hacer? ¿Pasarse todo el día sentado, viendo la tele y coleccionando los cheques de la pensión por incapacidad? La rabia volvió a apoderarse de él. Esa vez, se alojó en su garganta y pareció cerrarla.

-No puedo pagarme la fisioterapia que he estado haciendo aquí, en el hospital -dijo, intentando impedir que la desesperación resonara en su voz.

-Quizá deberías hacer caso a Steve -contestó Joe-, y dar un descanso a tu pierna.

Era fácil decirlo. Joe iba a salir del hospital sin bastón, sin cojear, sin que su vida entera se hubiera hecho añicos. Joe iba a volver a la casa que compartía con su bella esposa, embarazada de su primer hijo. Iba a cenar con Verónica y seguramente luego le haría el amor y se quedaría dormido entre sus brazos. Y por la mañana se levantaría, iría a correr, se daría una ducha, se afeitaría y se vestiría y se incorporaría a su puesto de oficial en jefe del Equipo 10 de la Brigada Alfa.

Joe lo tenía todo.

Zac sólo tenía un piso vacío en un barrio degradado de la ciudad.

-Enhorabuena por lo del bebé -dijo, e intentó con todas sus fuerzas parecer sincero. Luego salió cojeando de la habitación.

lunes, 25 de octubre de 2010

Continuacion

-Sus progresos han empezado a disminuir -añadió el doctor-. Se lo he dicho otras veces, pero parece que no lo entiende. El dolor es una señal que el cuerpo manda al cerebro diciéndole que algo va mal. El hecho de que le duela la rodilla no significaba que deba esforzarse más. Significa que debe aflojar. Sentarse. Darse un descanso. Si sigue excediéndose así, teniente, en agosto volverá a estar en una silla de ruedas.

-Nunca volveré a estar en una silla de ruedas, señor -a pesar de que había empleado la palabra «señor», el tono y la actitud de Zac daban a entender una palabra completamente distinta y mucho menos halagüeña.

-Si no quiere pasarse el resto de su vida sentado, será mejor que deje de castigar una articulación que ya está suficientemente dañada -replicó el doctor Ho-rowitz. Luego suspiró, respiró hondo y volvió a bajar la voz-. Mire, Zac, no quiero discutir con usted. ¿Por qué no se conforma con tenerse en pie? Puede caminar. Con bastón, claro, pero...

-Voy a correr -dijo Zac-. No pienso darme por vencido hasta que pueda correr.

-No puede correr -respondió sin rodeos Steven Horowitz-. Esa rodilla no puede con el peso de su cuerpo. Ni siquiera podrá estirarla del todo. Como máximo, conseguirá saltar a la pata coja, y con torpeza.

-Entonces necesito otra operación.

-Lo que necesita es seguir adelante con su vida.

-Mi vida exige que pueda correr -dijo Zac con vehemencia-. No conozco a muchos SEAL en servicio activo, que vayan por ahí con un bastón. ¿Usted sí? .

El doctor Horowitz sacudió la cabeza y miró a Joe en busca de ayuda. Pero Joe no dijo una palabra.

-Lleva cinco años entrando y saliendo de hospitales y centros de rehabilitación -dijo el médico a Zac-. Ya no es un chaval de veinte años, Zac. La verdad es que los SEAL ya no lo necesitan. Hay chicos recién salidos de los cursos de entrenamiento que le darían mil vueltas aunque pudiera correr. ¿De veras cree que los mandos van a querer que vuelva un tipo mayor y con una rodilla destrozada?

Zac mantuvo el semblante cuidadosamente inexpresivo.

-Muchas gracias, hombre -respondió con voz crispada mientras miraba por la ventana sin ver nada-. Agradezco su voto de confianza.

Joe se removió en su asiento.

-Lo que ha dicho Steve es duro de aceptar... y no del todo cierto -dijo-. Nosotros, los viejos, los que tenemos más de treinta años, poseemos una experiencia que les falta a los novatos, y que suele convertirnos en mejores SEAL. Pero tiene razón en una cosa: llevas media década fuera de servicio. No sólo tendrías que superar las desventajas físicas, como si no fueran suficientes. Tendrías que ponerte al día de los avances tecnológicos, aprender las nuevas directrices...

-Dése un respiro -insistió el doctor Horowitz. Prisco volvió la cabeza y lo miró directamente.

-No -dijo. Miró también a Joe-. Nada de respiros. No, hasta que pueda caminar sin bastón. No, hasta que vuelva a correr dos kilómetros en seis minutos.

El doctor levantó los ojos al cielo, exasperado, se levantó y echó a andar hacia la puerta.

-¿Dos kilómetros en seis minutos? Olvídelo. Es imposible.

Zac miró de nuevo por la ventana.

-Capitán, también dijo usted que no volvería a andar.

Horowitz se dio la vuelta.

-Esto es distinto, teniente. La verdad, la crea usted o no, es que los esfuerzos físicos a los que se está sometiendo, más que hacerle bien, están dañando su rodilla.

Zac no se volvió. Permaneció en silencio, mirando las flores que mecía suavemente la brisa.

-Como SEAL, puede dedicarse a otras cosas -añadió el doctor con más delicadeza-. Hay trabajos de oficina...

Zac se volvió bruscamente, enfurecido.

-Soy experto en diez modos distintos de combate, ¿y quiere convertirme en una especie de chupatintas?

-Zac...

Joe se puso en pie.

-Tienes que tomarte al menos algún tiempo para sopesar tus alternativas -dijo-. No digas que no hasta que te lo hayas pensado bien.

Zac lo miró con horror apenas disimulado. Cinco años atrás, solían bromear con la posibilidad de resultar heridos y acabar formando parte del personal de administración. Era un destino peor que la muerte, o eso habían dicho entonces.

-¿Pretendes que me piense si quiero convertirme en un funcionario? -dijo.

-Podrías aprender.

Zac sacudió la cabeza, lleno de incredulidad.

-Es perfecto, tío. ¿Me ves escribiendo en una pizarra? -sacudió de nuevo la cabeza, asqueado-. Creía que tú mejor que nadie entenderías por qué no puedo hacerlo.

-Seguirías siendo una SEAL -insistió Joe-. Tu única opción es ésa, o aceptar el retiro permanente. Alguien tiene que enseñar a sobrevivir a esos chavales. ¿Por qué no puedes ser tú?

-Porque yo he estado en plena acción -respondió Zac casi gritando-. Sé cómo son las cosas. Y quiero volver allí, quiero estar allí. Quiero actuar, no enseñar. ¡Maldita sea!

-La Armada no quiere perderte -dijo Joe con voz baja e intensa-. Han pasado cinco años y no ha vuelto a haber nadie en las unidades que te supere en el combate estratégico. Puedes marcharte, claro. Puede pasar el resto de tu vida intentando recuperar lo que tenías, encerrarte en tu casa y sentir lástima de ti mismo. O puedes transmitir tus conocimientos a las nuevas generaciones de SEAL.

jueves, 21 de octubre de 2010

continuacion del capitulo 1

Joe sonrió.

-La verdad es que estoy muy bien. La que está asustada es Ronnie. Lee todo lo que cae en sus manos sobre el embarazo y los bebés. Y creo que los libros la están asustando todavía más.

-Santo cielo, un niño -repitió Zac-. ¿Vais a llamarlo Joe Cat Júnior?

-Yo quiero una niña -reconoció Joe. Su sonrisa se suavizó-. Una pelirroja, como su madre.

-Bueno, ¿y qué es lo demás? -preguntó Zac. Al ver la mirada de sorpresa de Joe, añadió-: Has dicho que sólo era en parte una visita de cortesía. Eso significa que hay algo más. ¿A qué has venido, aparte de eso?

-Ah, sí. Steve Horowitz me llamó para pedirme que estuviera presente cuando hablara contigo.

Zac se tensó de inmediato mientras se ponía la camiseta. Steve Horowitz era su médico. ¿Para qué quería que Joe estuviera allí cuando hablara con él?

-¿Por qué?

Joe no dijo nada, pero su sonrisa se desvaneció.

-Al fondo del pasillo hay una sala de oficiales -dijo-. Steve dijo que hablaríamos allí.

Una charla en la sala de oficiales. Aquello era aún más serio de lo que Zac había imaginado.

-Está bien -dijo con calma. Era absurdo presionar a Joe. Sabía que su antiguo jefe no le diría nada hasta que apareciera Steve.

-¿Cómo va tu rodilla? -preguntó Joe mientras iban por el pasillo. Caminaba despacio a propósito, sin forzar el paso, para que Zac pudiera seguirlo.

Zac sintió una punzada de irritación que conocía bien. Odiaba no poder moverse con rapidez. Maldición, en otro tiempo solía batir todas las marcas de velocidad durante el entrenamiento físico.

-Hoy me encuentro mejor -mintió. Cada paso que daba le dolía a rabiar. Y lo más ridículo de todo era que Joe sabía perfectamente cuánto le dolía.

Empujó la puerta de la sala de oficiales. Era una habitación bastante agradable, con grandes y mullidos sillones y un enorme ventanal que daba a los jardines. La moqueta era de un tono azul ligeramente más claro que el del cielo, y la tapicería de los sillones hacía juego con la abundante vegetación que crecía más allá de la ventana. Los colores sorprendieron a Zac. Solía ir allí bien entrada la noche, cuando no podía dormir. En la penumbra, las paredes y los muebles le habían parecido grises.

Steven Horowitz entró en la sala un paso por detrás de ellos.

-Bueno -dijo con sus maneras enérgicas y eficientes. Saludó a Joe con una inclinación de cabeza-. Gracias por venir, teniente. Sé que usted también está muy ocupado.

-Para esto, no, capitán -contestó Joe con calma.

-¿Y qué es «esto» exactamente? -preguntó Zac. No estaba tan inquieto desde la última vez que había salido a «husmear» en una operación de recogida de información tras las líneas enemigas.

El médico señaló el sofá.

-¿Por qué no nos sentamos?

-Prefiero estar de pie, gracias -Zac había pasado mucho tiempo sentado durante los primeros años después de resultar herido. Había pasado demasiado tiempo en una silla de ruedas. Si podía elegir, ya nunca se sentaba.

Joe se acomodó en el sofá y estiró las largas piernas. El médico se sentó al borde de un sillón. Sus gestos parecían anunciar que no pensaba quedarse mucho tiempo.

-Esto no va a gustarle -le dijo bruscamente a Zac-, Ayer firmé su alta para que se marche del centro. Zac no podía creer lo que estaba oyendo.

-¿Qué?

-Se va de aquí -dijo el médico, no sin amabilidad-. Hoy, a las dos de la tarde.

Zac miró al médico y a Joe. Éste tenía la mirada velada por la amargura, pero no contradijo a Horowitz.

-Pero mis sesiones de fisioterapia...

-Han terminado -concluyó el doctor-. Has recuperado suficientemente el uso de la rodilla y...

-¿Suficientemente para qué? –preguntó Zac, enfurecido-. ¿Para andar cojeando? ¡Eso no es suficiente, maldita sea! Tengo que ser capaz de correr. Tengo que poder...

Joe se irguió en su asiento.

-Steve me ha dicho que lleva semanas estudiando tu historial -dijo con serenidad a Zac el comandante de la Brigada Alfa-. Por lo visto, no ha habido mejoras...

-Porque estoy pasando una época mala. Suele pasar en esta clase de...

-Su fisioterapeuta se ha mostrado preocupada porque se esté usted excediendo -lo interrumpió Horowitz-. Se está esforzando demasiado.

-Corte el rollo -Zac agarró tan fuerte el bastón que se le transparentaron los nudillos-. Se me ha agotado el tiempo, ¿no es eso? -volvió a mirar a Joe-. Alguien del piso de arriba ha decidido que ya me he aprovechado suficiente, que tengo que dejar mi cama vacía para que la ocupe algún otro infeliz sin esperanzas de recuperarse del todo, ¿no?

-Sí, quieren tu cama -contestó Joe asintiendo con la cabeza-. En parte es eso, sí. En los centros de veteranos, las plazas son limitadas. Ya lo sabes.

lunes, 18 de octubre de 2010

CAPITULO 1



AAAAHH! HOY MI ZAC CUMPLE 23 AÑOS! ME ACUERDO CUANDO APENAS LO VI, TENIA 17 AÑOS Y ME PARECIO TAN LINDO... ME ENCANTARIA ESCRIBIR MAS SOBRE MI ZAC PERO ANDO RAPIDOO(:

FELICIDADESS ZACC! AMOR MIO QUE DIOS TE BENDIGA(:

Capítulo 1

A Zac le ardía la rodilla.

Tuvo que recostarse en el bastón para llegar de la ducha a la habitación que compartía con otros tres veteranos, y aun así la pierna le dolía a rabiar con cada paso que daba.

Pero el dolor no tenía importancia. Había formado parte de la vida cotidiana del teniente de la Marina Zachary Efron, conocido como Zac, desde que, hacía más de cinco años, durante una operación secreta de rescate, su pierna había estado a punto de saltar por los aires.
Con el dolor podía arreglárselas.

Era el bastón lo que no soportaba.

Era el hecho de que su rodilla no aguantara el peso de su cuerpo, ni pudiera estirarse del todo, lo que lo sacaba de quicio.

Hacía un día caluroso en California, así que se puso unos pantalones cortos, aunque era consciente de que no ocultarían las feas y descarnadas cicatrices de su rodilla.

Había sufrido su última operación sólo unos meses atrás. Habían vuelto a abrirle la pierna para intentar recomponer las piezas, como si fuera Humpty Dumpty. Tras la obligada estancia en el hospital, lo habían mandado allí, a aquel centro de rehabilitación, para que fortaleciera la pierna y para ver si la operación había servido de algo: para ver si tenía más flexibilidad en la articulación lesionada.

Pero su médico había tenido tan poco éxito como los legendarios caballos y los hombres del rey de Humpty Dumpty. La operación no había mejorado la rodilla de Zac.

Su médico no había podido recomponerla.

Llamaron a la puerta y ésta se abrió el ancho de una rendija.

-Vaya, Zac, ¿estás aquí?

Era el teniente Joe Catalanotto, comandante del Equipo 10 de la Brigada Alfa de los SEAL: la brigada a la que, hacía un siglo de dolor, frustraciones y esperanzas malogradas, había pertenecido Zac.

-¿Dónde iba a estar si no? -respondió Zac.

Notó que Joe reaccionaba a la agria respuesta y que su mandíbula se tensaba cuando entró en la habitación y cerró la puerta tras él. Se fijó en la expresión de sus ojos oscuros: una expresión reservada y reticente.

Zac había sido siempre el más optimista de los miembros de la Brigada Alfa. Su actitud era siempre cordial y animada. Allá donde fueran, Zac salía a la calle y trababa amistad con la población local. Era siempre el primero en sonreír, el que gastaba bromas antes de un salto en paracaídas a gran altitud, el que aliviaba la tensión y hacía reír a todo el mundo.

Pero Zac ya no reía. Había dejado de reír hacía cinco años, cuando los médicos entraron en su habitación del hospital y le dijeron que su pierna no volvería a ser la misma. Que nunca volvería a caminar.

Al principio, se había enfrentado a ello con el mismo talante animado y optimista de siempre. ¿Que no iba a volver a andar? Eso habría que verlo. Iba a hacer algo más que andar. Iba a volver al servicio activo. Iba a correr, a saltar y a tirarse de cabeza al agua. No había duda.

Habían hecho falta años de intensa concentración, operaciones y fisioterapia. Había pasado del hospital al centro de rehabilitación y viceversa muchas veces. Había luchado con ahínco, y había vuelto a caminar.

Pero no podía correr. Apenas lograba andar cojeando con el bastón... y los médicos le habían aconsejado que no se moviera mucho. La rodilla no soportaba el peso de su cuerpo, decían. El dolor que él soportaba estoicamente era un signo de advertencia. Si no tenía cuidado, perdería el poco uso que tenía de la pierna.

Mala suerte.

Porque, mientras no pudiera correr, no volvería a ser un SEAL.

Aquellos cinco años de decepciones, frustración y derrota habían ido desgastando el optimismo y el ánimo de Zac. Cinco años ansiando recuperar la emoción de la vida de un SEAL de la Armada; cinco años de retiro temporal, sin esperanzas reales de volver al servicio activo; de ver cómo la Brigada Alfa lo reemplazaba; cinco años arrastrando los pies, cuando ardía en deseos de echar a correr. Todo ese tiempo lo había dejado agotado. Había perdido su alegría. Estaba deprimido. Se sentía frustrado. Y estaba furioso.

Joe Catalanotto no se molestó en contestar a su pregunta.
Su mirada de halcón se fijó en el cuerpo musculoso de Zac y se detuvo un momento en las cicatrices de su pierna.

-Tienes buen aspecto -dijo-. Te mantienes en forma. Eso está bien. Está muy bien.

-¿Esto es una visita de cortesía? -preguntó Zac con aspereza.

-En parte sí -respondió Joe. Su rostro de facciones duras se relajó en una sonrisa-.

Tengo buenas noticias y quería contártelas.
Buenas noticias. Rayos, ¿cuánto hacía que Zac no recibía una buena noticia?
Uno de sus compañeros de habitación, que estaba tendido en la cama, leyendo un libro, levantó la mirada.

A Joe no pareció importarle. Su sonrisa se hizo más amplia.

-Ronnie está embarazada -dijo-. Vamos a tener un hijo.

-No me digas -Zac no pudo evitar sonreír. Pero sintió su sonrisa extraña, poco natural. Hacía mucho tiempo que no usaba aquellos músculos de la cara. Cinco años atrás, habría dado a Joe palmadas en la espalda, habría hecho chistes obscenos acerca de la virilidad y la procreación y se habría reído como un tonto. Pero ahora sólo podía componer una sonrisa. Alargó la mano y estrechó la de Joe para darle la enhorabuena-. Que me maten. ¿Quién iba a pensar que acabarías convertido en un padre de familia? ¿No estás asustado?

miércoles, 13 de octubre de 2010

EL LUNES EMPIEZO LA NOVE(: NO TENGO NADA QUE DECIRLES ASI QUE ME VOY... YA EL LUNES LES DIRE VARIAS COSAS. LES AGRADESCO SU APOYO(; ENCERIO NO SE COMO PAGARSELO... BUENO, UN BESO:* ESPERO QUE TODAS ESTEN BIEN

jueves, 7 de octubre de 2010

BUENO, A DECIR VERDAD HUBO UN PROBLEMA CON LA NOVE SI QUIEREN SABER QUE ES AQUI ESTA http://foro.univision.com/t5/Vanessa-Hudgens/Al-calor-de-la-Pasion-Zanessa/m-p/241412208 CHEKEN ESO, MIREN, YO LES DIJE DESDE UN PRINCIPIO QUE ERA UNA NOVE ADAPTADA, NO ERA IDEA MIA Y NO LA COPIE A LA OTRA WEBNOVELA :S... YO LA SAQUE DE UNA PAGINA DE NOVELAS CONTEPORANEAS Y SOLO LE CAMBIE LOS NOBRES POR LOS DE ZANESSA... BUENO, POR DADAS LAS CIRCUNSTANCIAS LA CAMBIARE... NO QUIERO QUE PIENSEN QUE LA COPIE DE ESE BLOG, YO LES ACLARO TODAS LAS DUDAS QUE TENGAN, SOLO PREGUNTENME PORFA(: BUENO LA NOVE QUE LES PONDRE ES OTRA FORMA DE AMAR... ESQUE ESTO LO HAGO SOLO PARA DARME TIEMPO PARA ESCRIBIR NOVELA MIA(:

LES DEJARE EL ARGUMENTO...

Argumento:
Para Zachary Efron, Zac, Pertenecer a la unidad de Operaciones Especiales de la armada no era sólo un trabajo, sino algo que definía su identidad. Una bala había puesto en peligro dicha existencia: ¿Cómo iba a entrar en combate si apenas podía caminar? No obstante, y a pesar de las advertencias del médico, Zac estaba empeñado en recuperarse por completo.
Sin embargo, la inesperada aparición de su sobrina de cinco años le dejaba poco tiempo para otra cosa que no fuera cuidar de la pequeña. De niños sabía aún menos que de cómo recuperarse y vivir con sus heridas, pero no estaba dispuesto a aceptar la ayuda de su vecina Vanessa Hudgens. Él no necesitaba la ayuda de nadie para cuidar de su sobrina, ni para aprender a asumir sus propias limitaciones. Ni, desde luego, para enamorarse.


GRACIAS POR ENTENDER(:

martes, 5 de octubre de 2010

Capitulo 3

Según recordaba Nessa, su labio superior se humedeció de transpiración al oír aquello.

Zac Efron destruyó su vida. Destruyó todo lo que era querido por ella. Su amor por Simon, su felicidad, su tranquilidad... y, finalmente, su autoestima. Luchó contra él hasta el límite de su resistencia, y así llegó a conocer su propia fragilidad -. Estremeciéndose de desagrado, Nessa apartó aquellos recuerdos de su mente, pero la humillación y la vergüenza mantuvieron la misma intensidad de siempre.

Zac era un total depredador. Implacable e intolerante con todo el que se mostrara más débil que él. Nessa nunca olvidaría la forma en que la miró el día de su boda, sin molestarse en ocultar en lo más mínimo su odio. Él, el gran hombre, increíblemente rico y atractivo... había sido rechazado. Hasta él último momento,
Zac esperó que ella cambiara de opinión y se arrojara a sus pies.

- Nunca te perdonaré.

Esas fueron sus palabras de despedida. A esas alturas, Nessa estaba temblando y Simon prácticamente tuvo que sostenerla para que se mantuviera en pie. En las fotos de la boda parecía un fantasma. Simon le aseguró que la había perdonado, pero, mientras se prolongaba la farsa de su matrimonio, ella nunca llegó a perdonarse a sí misma.

Se llevó una mano a las palpitantes sienes, haciendo un esfuerzo por recuperar la concentración. ¿Cómo era posible que no hubiera notado antes que su padre tenía problemas? Lo cierto era que se había visto demasiado ocupada con los suyos.
Simon estuvo enfermo mucho tiempo antes de morir.
Su negocio se fue a pique con la recesión, dejando tan sólo deudas.

Su padre insistió para que volviera con él a casa, pero Nessa se negó. No quiso volver a ser la niña de papá que fue antes de casarse. En aquella época, ni siquiera tenía un trabajo. Durante su adolescencia sólo pensaba en casarse con Simon y en tener hijos. Apartó aquel recuerdo con impotente amargura.

Zac la había invitado al Deangate para regodearse con la caída de su padre. Era tan sádico que quería verla sufrir en persona. ¿Por qué darle esa satisfacción si sabía que no serviría para liberar a su padre del castigo? ¡No estaba dispuesta a asistir a su cita en el Deangate Hotel!

Nessa salió del coche. Hacía frío y llovía, como aquel otro día de funesto recuerdo. Irguió ligeramente los hombros y alzó la cabeza mientras cruzaba el aparcamiento. Lo hacía por su padre. Era su deber. ¿Qué más daba que se sintiera físicamente enferma ante la perspectiva de ver a Zac Efron de nuevo?

Si Zac disfrutaba viéndola sufrir, tal vez lograra persuadirlo para que suavizara el castigo que sin duda tenía planeado para su padre. Naturalmente, habría que devolver el dinero. Y la única forma de hacerlo sería vendiendo la casa de su padre. Y ya que las casas no se vendían de un día para otro, Zac tendría que estar dispuesto a concederle algo de tiempo. Todo lo que le pediría sería que no obligara a su padre a arrastrarse por los tribunales.

¿Acaso era eso mucho pedir?, se preguntó mientras se encaminaba hacia la recepción del Deangate Hotel. Sí, era mucho pedir de un hombre como Zac.

- ¿Puedo ayudarla? - preguntó una amable recepcionista, haciendo salir a Nessa de su ensimismamiento.

- Mi nombre es Turner. Tengo una cita con el señor Efron a las ocho.

- Un momento... señora Turner - dijo la joven recepcionista, fijándose en el anillo de casada de Vanessa.

Nessa se apartó unos pasos mientras la recepcionista llamaba por teléfono.

- Lo siento, señora Turner...

- ¿Hay algún problema?

- El señor Efron dice que no reconoce su nombre...

Nessa se ruborizó al comprender. Zac quería ignorar su nombre de casada. Respiró profundamente para contener su furia.

- Trate con Hudgens - dijo.

- ¿Hudgens? - repitió la recepcionista, perpleja.

- Sí, dígale que la señorita Hudgens está aquí.

Unos segundos después, la recepcionista le dijo que podía subir.

Nessa entró en el ascensor. Siempre había odiado aquel lugar. Allí era dónde su madre solía reunirse con sus amantes. Y allí era donde ella perdió su dignidad.

Seis años atrás, había hecho aquel mismo trayecto para enfrentarse a Zac Efron. Y, a pesar del tiempo transcurrido, aún no podía explicarse cómo estuvo a punto de acabar en su cama. Los dos juntos... como animales, ella medio desnuda, él tocándole todo el cuerpo, ella correspondiendo... Obsceno, pensó, sintiendo una punzada de repugnancia. Y de no ser por la ruidosa entrada de la doncella en la habitación contigua, aquel desagradable incidente podría haber llegado aún más lejos de lo que llegó.

Fue la inconsciencia de la juventud lo que la condujo a aquella situación. No se dio cuenta de con quién se enfrentaba. Zac Efron era un tiburón, extremadamente listo, insidiosamente calculador y terriblemente peligroso. El miedo podría haberla protegido, pero Vanessa no aprendió a temerlo hasta que fue demasiado tarde.

Pero ahora sí estaba asustada. Lo suficiente como para satisfacer al sádico más despiadado. Estaba asustada por su padre, un hombre a la antigua, que había crecido en un mundo muy distinto al de Zac Efron.

Se detuvo frente a la puerta de la suite y cerró brevemente los ojos. «Arrástrate.», se dijo. «Eso es lo que quiere». Y si Zac obtenía lo que quería, tal vez le resultaría menos atractivo destruir a su padre. Llamó a la puerta y ésta fue casi inmediatamente abierta por un joven.

- Adelante, señorita Hugens - dijo seriamente.

La suite no había cambiado. Los ojos de Nessa se posaron sobre el sofá color limón y no pudo evitar ruborizarse al recordar que todo empezó allí.

Oyó que Zac decía algo en griego. Hijo de padre italiano y madre griega, dominaba ambos idiomas con igual soltura. Nessa se puso rígida al verlo aparecer, a la vez que la puerta se cerraba tras ella.

No pudo apartar los ojos de él. La repelía. Cada centímetro de su sensual cuerpo la repelía, y había cierta atracción mortal en aquel exceso de repulsión, se dijo Nessa. Se movía como un tigre al acecho, tenía el rostro de un ángel caído y el poderoso magnetismo de un hombre intensamente viril.

Contempló los oscuros planos de sus impasibles rasgos, los claros ojos azules bajo las oscuras cejas y los altos pómulos, que conferían a su rostro un toque de fiera energía. Deslizó la mirada por el puente de su nariz griega y la ancha perfección de su boca antes de apartar rápidamente la vista.

- Seguro que es un amante voraz - murmuró con voz ronca la madre de Nessa cuando lo conoció -. Tiene una carga sexual increíble. Se puede sentir a varios metros de distancia... cualquier mujer con sangre en las venas lo sentiría. ¿Qué te sucede?
Nessa se estremeció al sentir que la sangre se le helaba en las venas. Zac era tan frío...

De pronto el silencio se hizo insoportable.

- ¿Por qué me has hecho venir?

- Quítate el abrigo.

Nessa se humedeció el labio inferior con la lengua.

- No voy a quedarme...

- Entonces vete - murmuró Zac con un despectivo gesto de la mano -. Me haces perder el tiempo.

Nessa apretó los dientes. Se quitó el abrigo y lo dejó en un sillón.

- Te he preguntado por qué me has hecho venir.

- Quería mirarte - Zac deslizó sus azules ojos por la esbelta figura de Nessa, deteniéndola brevemente en la sorprendente plenitud de sus senos para deslizarla a continuación con insultante frialdad hasta las femeninas curvas de sus caderas.

Nessa nunca se había sentido cómoda con su propio cuerpo. Sus voluptuosas curvas y su melena oscura atraían las miradas de los hombres como un imán. Ambas cosas atraían la clase equivocada de atracción masculina. Se parecía a su madre y odiaba saberlo. Si no hubiera poseído aquella figura y aquel pelo, no habría atraído la atención de Zac Efron seis años atrás.

SUBI AHORITA PORQUE NO SE SI PUEDA SUBIR MAÑANA:S EN FIN, ME IRE A DAR UNA CUCHA Y YA ME DORMIRE... UN BESO:*

Capitulo 2

- ¿A dónde vas? - preguntó Vanessa, con sus ojos violetas casi rojos por la angustia.

- A casa... Necesito estar a solas, Ness... Compréndelo por favor.
Desesperada, Nessa corrió tras él por el pasillo

- ¡Podemos enfrentarnos mejor a esto juntos, papá! Quédate, por favor - rogó.

- Lo siento. Ahora no, Ness – dijo Gerald sintiéndose incapaz de mirar a su hija a la cara.

¿Enfrentarse a la vergüenza, a la publicidad, al juicio? ¿A la pérdida de su casa, de su trabajo, de su autoestima? Vanessa no sabía si su padre sería capaz de soportar todo aquello. Iba a ser muy duro, sobre todo para un hombre de su edad. ¿Pero qué alternativa había? La única manera de sobrevivir era enfrentándose a los problemas. Si Vanessa había aprendido algo en aquellos años, era esa verdad.
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos no logró mantener la mente centrada en los problemas de su padre. El pasado volvía a perseguirla, el pasado que había enterrado hacía seis años...

El día que conoció a Zac Efron, estaba en Londres haciendo algunas compras para su ajuar en compañía de una amiga. Faltaban menos de dos meses para su boda con Simon. No llevaba el anillo de compromiso. Una de las piedras se había soltado y lo había llevado al joyero para que lo reparara.

Estaba hablando con Leah en un cruce de calles, esperando a que la luz del semáforo cambiara para poder cruzar. Alguien la empujó involuntariamente, haciéndole caer al asfalto, prácticamente bajo las ruedas de la limusina de Zac, conducida por su chófer.

Vanessa no recordaba la caída, pues perdió el conocimiento. Lo que sí recordaba era su confusa recuperación de la conciencia antes de que llegara la ambulancia y la visión de unos extraordinarios ojos azules ante los suyos. De pequeña había tenido un libro de cuentos sobre un tigre con los ojos coma estanques de un brillante azul. Naturalmente, se quedó mirándolos, asombrada. Nunca había visto unos ojos de aquella tonalidad.

- No la muevan... no hables... - Zac no paraba de dar instrucciones en todas direcciones.

- Estoy bien...

- No hables.

- Quiero levantarme... – Zac trató de moverse.

Una mano, bronceada y enorme se lo impidió.

- Quiero levantarme... - insistió ella, mirando con creciente vergüenza el grupo de curiosos que se estaba formando a su alrededor.

- No vas a levantarte. Podrías haberte dañado la columna vertebral.

- Mi columna está perfectamente - dijo Vanessa, empezando a enfadarse -. Yo estoy perfectamente...

- Eso lo decidirá el médico - Zac siguió mirándola con increíble intensidad. Entonces alargó una mano y le acarició con un dedo la mandíbula -. Nunca me perdonaré haber hecho daño a algo tan increíblemente hermoso...
Leah resultó totalmente inútil en aquella circunstancia. Se puso histérica y alguien tuvo que calmarla. Nessa se encontró de pronto en una ambulancia privada, acompañada por Zac en lugar de por su amiga.

- Ella nos seguirá en mi coche - aseguró Zac, interponiéndose en el camino de los enfermeros a la vez que les decía lo que debían hacer.
Nessa no se encontraba con fuerzas para quitarse a Zac de encima. La cabeza le dolía mucho y sentía náuseas. Cerró lo ojos para escapar de él, diciéndose que aquel dominante desconocido sólo tratada de calmar su conciencia por un accidente del que en realidad no había sido responsable.
Vanessa fue conducida a una clínica, en la que fue sometida a un minucioso examen antes de que la llevaran a una elegante habitación individual.

- Quiero irme a casa - protestó, dirigiéndose a la enfermera -. Esto no es necesario.
Zac entró en aquel momento, desprendiendo ondas de vibrante energía física que parecieron cargar de electricidad la atmósfera de la habitación.

- ¿Dónde está Leah? - Susurró Vanessa, asombrado al comprobar que el desconocido seguía por allí.

- He hecho que la lleven a casa. Estaba demasiado alterada como para servir de ayuda. Tengo entendido que tus padres están de viaje y no volverán hasta mañana. ¿Quieres que me ponga en contacto con ellos?

- Ni siquiera sé tu nombre - dijo Vanessa entre dientes.

- Zac Efron - murmuró él con una brillante sonrisa -. ¿Cómo te sientes?

- Sólo quiero irme a casa... ¿Nunca escuchas lo que te dice la gente?

- No si no quiero oírlo - contestó Zac.

- No era necesario todo esto - Nessa señaló a su alrededor, avergonzada -. Me he caído. - Tu coche no me ha tocado. No pienso demandarte ni nada parecido. No tenías por qué...

- He querido hacerlo - la interrumpió él deslizando una descarada mirada por la esbelta figura de Vanessa, que resaltaba bajo las sábanas -. No puedo apartar la mirada de ti - añadió, elevando la vista hacia su ruborizado rostro -. Supongo que te habrás dado cuenta de ello. Pero también supongo que estarás muy acostumbrada a que los hombres te presten toda su atención.

- No desde que me he comprometido - murmuró Nessa con rigidez, enfadada por la forma de mirarla de aquel hombre. Parecía que estuviera contemplando un escaparate.
Él entrecerró los ojos al oírla.

- ¿Perteneces a otro hombre?

- ¡No pertenezco a ningún hombre! - espetó Nessa.

- A mí sí me pertenecerás - murmuró él con convicción.
Nessa pensó seriamente que estaba loco. Nadie le había hablado nunca así. Un verano estuvo en Grecia y notó que el feminismo aún no parecía haber hecho demasiada mella en aquel país, pero la primitiva actitud de aquel hombre de aspecto tan sofisticado y aparentemente cultivado le dejó asombrada.

- Voy a casarme dentro de seis semanas le informó escuetamente, observando de forma involuntaria sus varoniles rasgos y apartando con rapidez la mirada al darse cuenta de que lo estaba haciendo.

- Ya veremos... – dijo Zac, y a continuación rió indulgentemente, como si se dirigiera a una cría que hubiera dicho algo inocentemente divertido.
Vanessa volvió al presente y notó que estaba temblando. Su primer pensamiento fue para su padre. Dijera lo que dijera, no debía quedarse solo. Tomó su abrigo, salió del pequeño chalet que tenía alquilado y subió a su coche.

- Pero su padre está en el trabajo, señora Turner. ¿Qué iba a estar haciendo en casa a esta hora del día? - Preguntó la asistenta de su padre, frunciendo el ceño.
Nessa tragó con esfuerzo, tratando de mantener una expresión despreocupada.

- Pensaba que hoy terminaba antes.

- A mí no me ha dicho nada, desde luego.

- Entonces lo veré más tarde - dijo Nessa, y volvió a su coche.
¿Dónde estaría su padre? - se preguntó, angustiada. ¡No debería haber permitido que se fuera en el estado en que se encontraba!. Pero su padre había insistido en que necesitaba estar a solas. Ella no era su guardián. ¿No debía respetar sus deseos? Pero aquellos pensamientos no bastaron para calmar su inquietud.
Reacia, volvió a su casa. Zac... no podía apartar a Zac de su mente. ¿Acudiría al hotel para arrastrarse ante él y rogarle, como una vez hizo su padre con su madre? El estómago le dio un vuelco al pensarlo. ¿Qué sentido tendría hacerlo? Conocía a Zac Efron. No habría forma de que perdonara a su padre. Zac quería venganza. No podía tocar a Vanessa, pero sabía lo unida que se sentía ésta a su padre. Ni la mente mas oscuramente maquiavélica podría haber maquinado una venganza mas dulce.

- Algún día vendrás a rogarme de rodillas que te acepte... y te destrozaré.



SE QUE ALGUNAS NO ENTENDIERON EL CAPITULO DE AYER(: PERO BUENO CONFORME PASEN LOS CAPITULOS ENTENDERAN... AHORA ME VOY(:, NOS VEMOS MAÑANA

lunes, 4 de octubre de 2010

Capítulo 1

Bueno chicas, aqui termino la votacion, la novela que gano fue Al Calor De La Pasion no les digo nada mas, espero y la sifruten, prometo subirles todos los dias, y si no, ANDY RECUERDAME QUE TENGO NOVELA(:

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Al Calor De La Pasion.

Pelo castaño-rubio contra una almohada de lino, piel bronceada contra una sábana intensamente blanca, ojos azulados mirando con descarado gesto de crueldad y triunfo los suyos... Vanessa se estremeció con violencia, rechazando la imagen que había surgido en su mente.
El insistente sonido del teléfono la sacó con brusquedad del torbellino de sus pensamientos. Contestó a la llamada de mala gana, tras cerrar a sus espaldas las puertas del cuarto de estar para no molestar a su padre.

- ¿Vanessa...?
Nessa se quedó petrificada, y su bello rostro, enmarcado por una sedosa melena oscura palideció intensamente.
Aquella voz... aquella inolvidable voz, profunda, oscura y densa como la miel. Decía su nombre como nadie lo había dicho nunca. Hacía seis años que no la oía, pero la reconoció al instante, sin poder sustraerse al horror que le produjo. Notó que la garganta se le cerraba.

- Esperó no haberte sobresaltado – susurró Zachary Efron, mintiendo entre dientes.
Nessa apretó los suyos. Deseó introducir la mano por el cable del teléfono y abofetearlo. Y el sentir aquello de nuevo, aquel arrebato de violento odio que sólo él lograba despertar en ella, le produjo un intenso pavor. Notó que la boca se le secaba.

- ¿Qué quieres?

- Estoy de un humor muy generoso - dijo él con lentitud -. Me siento predispuesto a ofrecerte un encuentro...
Los dedos de Nessa se cerraron con fuerza en torno al auricular.

- ¿Un encuentro? ¿Por qué?

- ¿Es posible que aún no hayas visto a tu padre? – murmuró él.

- Lo he visto - susurró Vanessa sin molestarse en añadir que Gerald Hudgens seguía en la habitación contigua.

- La malversación de fondos es un delito grave.

- Tenía deudas de juego – protestó Nessa en voz baja -. Se asustó... ¡no pretendía robarle el dinero a la empresa! Sólo lo estaba tomando prestado...

- Hablando eufemístamente, claro - dijo Zac en tono burlón.

- La empresa Hudgens era suya - le recordó Vanessa con impotente amargura.
Pero ya no lo es - replicó Zac con suavidad -. Ahora es mía.
Nessa sintió una intensa, punzada de culpabilidad. Si no hubiera sido por ella, Zachary Efron nunca habría entrado en sus vidas. Si no hubiera sido por ella, la empresa seguiría perteneciendo a su padre. Si no hubiera sido por ella, Gerald Hudgens no se habría visto enfrentado a una acusación por malversación de fondos.

- Papá tenía intención de devolver el dinero - dijo, sintiendo que el estómago se le encogía -. ¡Si no hubiera sido por la auditoría, nunca lo habrías averiguado! - añadió, desesperada.

- ¿Por qué crees que hago ocasionales auditorías por sorpresa en mis empresas? – preguntó Zac -. Los empleados como tu padre se vuelven codiciosos y a veces son atrapados con las manos en la masa.
Nessa tembló, oyendo el ensordecedor latido de su corazón en sus oídos.

- ¡Mi padre no es codicioso! Sólo estaba desesperado...

- Estoy deseando verte esta noche. Me alojo en el Deangate Hall. Estoy seguro de que no necesito decirte cuál será mi suite. A las ocho - especificó Zac -. Esperaré un minuto pasada la hora. Si no apareces, no habrá una segunda oportunidad, cara.

- ¡Será mejor que no pierdas el tiempo! - exclamó Vanessa, enfurecida por el sadismo de Zac -. ¡Prefiero verte en el infierno antes que volver a poner un pie en ese hotel!

- Debió ser todo un espectáculo verte salir de allí con un sólo zapato esa tarde - murmuró Zac provocativamente -. La doncella encontró el otro bajo la cama. El zapato de Cenicienta...


- ¿Cómo te atreves? - murmuró Nessa entre dientes.

- Y, por lo que recuerdo, estuviste a punto de dejarte algo mucho más íntimo detrás - dijo Zac reflexivamente.
Ruborizada hasta la raíz del pelo, Vanessa colgó el teléfono antes de que Zac pudiera recordarle más detalles sobre la inexcusable debilidad que mostró aquel día.

Lo último que quería en aquellos momentos era pensar en lo que sucedió en el Deangate seis años atrás.

«¡No!», quiso gritar, «¡No!». Pero no lo hizo, por supuesto. Vanessa no gritaba. Vanessa odiaba perder el control. Había crecido sollozando silenciosamente tras puertas cerradas, tapándose los oídos para no oír los gritos de su madre a su pobre padre. Y juró que ella sería diferente y que controlaría su temperamento por todos los medios. Sería fuerte sin pasión. Y si permanecía alejada de la pasión, nada lograría dañarla.

Lo peor de todo era tener que mirar atrás, ver cómo había roto sus propias reglas y cómo había sufrido a causa de ello. Tratando de huir de aquellos atemorizantes ecos del pasado, Vanessa volvió junto a su padre.

Con el rostro grisáceo, por la tensión, Gerald Hudgens alzó la mirada y siguió hablando nada más verla, tan centrado en sus propios problemas que ni siquiera quiso saber quién había llamado.

- Tuve que entregar todas mis llaves... incluso las de mi coche. No me permitieron volver a entrar en mi despacho - dijo con evidente dolor -. Luego fui escoltado al exterior del edificio por dos vigilantes de seguridad... ¡Fue una pesadilla!
Esas debieron ser las instrucciones de Zac. ¿Acaso no merecía su padre un poco más de consideración?, se preguntó Vanessa. ¿No podía haberle permitido mantener al menos un poco de dignidad?

- Papá... – a punto de llorar, Vanessa se acercó a su padre para consolarlo, pero él se apartó.

- Yo habría tratado de la misma manera a un ladrón - dijo secamente.

- ¡Pero tú no eres un ladrón!

Gerald Hudgens no respondió.

Vanessa no pudo evitar sentirse responsable. Debió haberse dado cuenta de que su padre tenía problemas. Una semana después de que Zac comprara la empresa Hudgens, la madre de Vanessa abandonó a su marido y solicitó el divorcio. La fuerte cantidad de la venta fue una tentación irresistible para Carole Hudgens. A pesar de que su matrimonio nunca fue bien, Gerald Hudgens se quedó desolado. Adoraba a su mujer. Siempre le fue leal y le perdonó todas sus aventuras. Habría hecho cualquier cosa por conservarla a su lado. La única persona que se sintió aliviada con la marcha de Carole fue su hija.

Pero Nessa debió haberse dado cuenta del inmenso vacío que se abrió en la vida de su padre. Vio cómo se convertía en un adicto al trabajo, porque eso fue todo lo que le quedó. Y mientras la empresa florecía., obteniendo todos los beneficios que tan feliz habrían hecho a su madre, Vanessa no pensó en la amargura que debía sentir su padre al pensar que la empresa ya no era suya y que todos aquellos beneficios llegaban demasiado tarde para salvar su matrimonio.

Pero apostar...

- Era un lugar al que ir, algo que hacer – explicó Gerald mientras su hija lo miraba, estupefacta. Entonces empecé a perder y pensé que no podía seguir perdiendo siempre...

El silencio se prolongó unos momentos y entonces Gerald Hudgens se levantó pesadamente del asiento y se encaminó con paso cansino hacia la puerta.



ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO(: