miércoles, 3 de noviembre de 2010

Olía asombrosamente bien. Llevaba perfume: un perfume delicado, con un ligerísimo aroma a especias exóticas.

Algo había ocurrido en el interior de Zac la primera vez que ella le había lanzado una de sus curiosas sonrisas. Sintió de nuevo aquel estremecimiento y comprendió qué era. Deseo. Dios, hacía tanto tiempo...

-¿Y si no voy de farol? -preguntó con apenas un susurro. Estaba tan cerca de ella que su aliento le agitó algunos mechones de pelo-. ¿Y si de verdad quiero que entre?, ¿que pase la noche conmigo?

Vio un destello de incertidumbre en sus ojos. Luego, ella se apartó esquivando hábilmente su bastón.

-Lo siento, no estoy de humor para enrollarme con un capullo -replicó.

Zac abrió la puerta. Debería haberla besado. Ella parecía desafiarlo a que lo hiciera. Pero no le había parecido lo correcto. Besarla habría sido pasarse de la raya. Aunque lo deseaba muchísimo...
Se volvió para mirarla antes de entrar.

Si cambia de opinión, avíseme.

Nessa se echó a reír y desapareció en su apartamento.

Capitulo 3
-¿Sí? -respondió Zac con voz ronca al teléfono. Tenía la boca seca y la cabeza le dolía como si le hubieran golpeado con un martillo hidráulico.

Según su despertador eran las 9:36 y el sol entraba a raudales por debajo de las cortinas de su dormitorio. La luz hendía su cerebro como un rayo láser. Cerró los ojos.

-Zac, ¿eres tú?

Sharon. Era su hermana, Sharon.

Zac se volvió en la cama, buscando algo, cualquier cosa con que humedecerse la boca reseca. En la mesilla de noche había una botella de whisky con dos dedos de líquido ambarino dentro. Echó mano de ella, pero se detuvo. Ni loco iba a volver a darle otro trago. Demonios, eso era lo que solía hacer su padre. Empezaba el día con una copa... y lo acababa tirado en el sofá del cuarto de estar, borracho como una cuba.

-Necesito tu ayuda -dijo Sharon-. Tienes que hacerme un favor. En el hospital me han dicho que te han dado el alta y no podía creerme la suerte que he tenido.

-¿Qué favor? -masculló él. Iba a pedirle dinero. No era la primera vez, ni sería la última.

Sharon, su hermana mayor, era tan aficionada a la bebida como lo había sido su padre. Era incapaz de conservar un empleo, no podía pagar el alquiler, no podía mantener a Natasha, su hija de cinco años.

Zac sacudió la cabeza. Había estado presente cuando nació Tasha, cuando llegó al mundo, hija de padre desconocido y de una madre irresponsable. Aunque quería a su hermana, Zac sabía muy bien que era una irresponsable. Vivía a salto de mata, de trabajo en trabajo, de ciudad en ciudad, de hombre en hombre. El hecho de tener una hija no la había arraigado en ninguna parte.

Cinco años atrás, al nacer Natasha, antes de que casi le volaran la pierna, Zac era una optimista. Pero ni siquiera él había sido capaz de imaginar que aquella niña fuera a tener un futuro feliz. A menos que Sharon reconociera que tenía un problema con la bebida, a menos que buscara ayuda, se pusiera en tratamiento y lograba sentar por fin la cabeza, él sabía que la vida de la pequeña Natasha estaría llena de caos, agitación y cambios constantes.

Y no se había equivocado.

Durante los cinco años anteriores, cada mes, Zac mandaba dinero a su hermana con la esperanza de que lo usara para pagar el alquiler y Natasha tuviera un techo y comida con que llenar el estómago.

Sharon iba a verlo muy de tarde en tarde cuando estaba en el hospital para veteranos. Únicamente cuando necesitaba dinero extra, y nunca llevaba a Natasha, la única persona en el mundo a la que Zac habría querido ver.

1 comentario:

dani1301 dijo...

ay zac con que querias besar a nessa
jejejejeje
ay no y esa hermana de zac borracha
pobre la hija
bueno me encanta tu nove
siguela prontito
bye

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