domingo, 5 de diciembre de 2010

Capitulo 7

Capítulo 7
Era rosa. Era decidida e innegablemente rosa. El respaldo recordaba a una concha de vieira y los brazos eran redondeados. Los cojines estaban decorados con brillantes botones plateados sobre los que era imposible que fuera cómodo sentarse. Aquella cosa era demasiado estrafalaria para llamarse «sillón» o incluso «sofá». Lo anunciaban como un «canapé».
Para Natasha, fue amor a primera vista.
Por suerte para Zac, no lo vio hasta que estaban a punto de salir de la tienda de muebles.
Su sobrina se sentó en él y empezó a comportarse como una princesa rusa.
Zac estaba tan cansado, le dolían tanto la cabeza y la rodilla, que también se sentó.
-Arrodíllate delante de la princesa rusa -le ordenó Tash con severidad.
Zac echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
-Ni lo sueñes, nena -masculló.
Después del baño en casa de Nessa, la había llevado a casa, se habían puesto los bañadores y se habían ido a la playa para dar su primera lección de natación. Todavía había bastante resaca, y Zac no había soltado ni un segundo el bañador de Tash.
La niña no tenía miedo. Aunque había visto por primera vez el mar el día anterior, le entusiasmaba el agua. Al final de la semana, iría camino de nadar como un pez.
Zac sacudió la cabeza. ¿Cómo era posible que la hija de Sharon hubiera cumplido cinco años sin ver el mar? Los Efron era gente de costa. Su padre había trabajado años en un pesquero. Pasaban las vacaciones en el mar. A Zac y a sus dos hermanos mayores les encantaba la playa. Pero -recordó de repente- a Sharon no. Sharon había estado a punto de ahogarse cuando tenía más o menos la edad de Natasha. Y, de mayor, se había mudado al interior y había pasado mucho tiempo en Las Vegas y Reno. Tash había nacido en Tucson, Arizona. Y allí no había mucha playa.
Tras la clase de natación y cuarenta y cinco minutos de sermón acerca de por qué Tash tenía que cumplir las normas, habían vuelto a casa, habían comido, se habían cambiado de ropa y habían ido a comprar muebles para la habitación de invitados.
Aquella tienda en particular la habían encontrado en las Páginas Amarillas. Estaba justo al otro lado de la esquina y, según decía la publicidad, entregaba los muebles el mismo día y sin recargo. Zac había comprado un colchón sencillo, un somier y una cama de metal, y Tash había escogido una cómoda pequeña de color amarillo brillante. Juntos habían encontrado un escritorio, una sillita y una estantería para niños.
-¿Podemos llevarnos esto, Zac? -preguntó Tash esperanzada.
Él soltó un soplido y abrió los ojos.
-¿Un sofá rosa? ¿Estás de broma? —Como siempre, ella contestó a su pregunta retórica como si la hubiera hecho en serio.
-No.
-¿Y dónde diablos vamos a ponerlo? -Zac miró la etiqueta del precio. Estaba supuestamente en rebajas, pero valía una pequeña fortuna.
-Donde está ese tan feo.
-Genial. Justo lo que le hace falta al piso -él levantó la cabeza y se puso en pie-. Vamos. Si no nos damos prisa, llegará el camión de reparto antes que nosotros. Y no querrás que le entreguen tus muebles nuevos a otro niño.
Eso consiguió que Tasha se pusiera en marcha, pero no sin mirar por última vez el sofá rosa con expresión anhelante.
Sólo estaban a dos manzanas de casa, pero Zac paró un taxi. Hacía un calor despiadado y la rodilla le dolía tanto que tenía ganas de gritar. La cabeza también le estaba dando un mal rato.
No había ni rastro de Nessa en su jardín del patio. Su puerta estaba cerrada a cal y canto, y Zac se descubrió preguntándose dónde habría ido.
Grave error, se dijo. Ella había dejado bien claro que no quería ser nada más que su vecina. No quería que un tipo como él anduviera husmeando alrededor de su puerta. En realidad, lo creía un borracho, como su padre y su hermana. Y era muy probable que, si no tenía cuidado, él acabara demostrando que no estaba equivocada.
«Se acabó», se prometió a sí mismo mientras subía las escaleras. Esa noche, si tenía insomnio, lo aguantaría. Se enfrentaría a los demonios que mostraban su lado más feo en las horas de la madrugada escupiéndoles a la cara. Si se despertaba en plena noche, pasaría el tiempo entrenando, haciendo ejercicios para fortalecer la pierna y la rodilla herida.
Abrió la puerta de su piso y Tasha entró primero, cruzó corriendo el cuarto de estar y desapareció por el pasillo camino de los dormitorios.
Zac la siguió más despacio. Cada paso que daba le hacía rechinar los dientes. Necesitaba sentarse y descansar la rodilla, levantar la pierna y refrescársela con hielo.
Tasha estaba en su cuarto, tumbada en la moqueta que llegaba de una pared a otra. Se había tendido de espaldas en el suelo y miraba el techo. Mientras Zac la observaba desde la puerta, se levantó y fue a tumbarse en otro lado de la habitación.
-¿Qué haces? -preguntó él al ver que hacía lo mismo una tercera vez.
-Estoy eligiendo dónde quiero la cama -dijo Tasha desde el suelo.
Zac no pudo disimular una sonrisa.
-Buena idea -dijo-. ¿Por qué no te lo piensas un rato? Yo voy a descansar mientras llega el camión de reparto, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
Zac volvió a la cocina y sacó una bolsa de hielo del congelador. Entró en el cuarto de estar y se sentó en su viejo sofá de cuadros, levantó la pierna herida y la apoyó sobre los cojines. El hielo le sentó bien, y echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
Tenía que encontrar un modo de sacar aquellas cajas del cuarto de Tash. Había media docena y eran demasiado grandes para trasladarlas con un solo brazo. Pero podía arrastrarlas. Sí, eso haría. Usaría una manta o una sábana y pondría las cajas encima, una a una. Con la caja bien envuelta, como un pescado en la red, tiraría de la sábana y sacaría la caja a rastras de la habitación de Tash, la llevaría a la suya y...
Zac contuvo el aliento. Había sentido, más que oírlo, el movimiento de Tasha al cruzar el cuarto de estar, pero de pronto oyó el chirrido de la puerta de la calle al abrirse. Abrió los ojos y se incorporó, pero la niña ya había salido.
-¡Natasha! ¡Maldita sea!
El bastón había resbalado y se había metido debajo del sofá. Se inclinó con esfuerzo, lo agarró y se acercó rápidamente a la puerta.
-¡Tash!
Se apoyó en la barandilla, junto a la polea. Natasha lo miró desde el patio con los ojos muy abiertos.
-¿Dónde demonios vas? -gruñó él.
-A ver si Thomas está en casa.
La niña no lo entendía. Zac supo por el modo en que lo miraba que no comprendía por qué estaba enfadado con ella. Respiró hondo y obligó a su pulso acelerado a calmarse.
-Has olvidado decirme dónde ibas.
-Estabas dormido.
-No, no estaba dormido. Y, aunque lo estuviera, eso no significa que puedas romper las normas.
Ella se quedó callada, mirándolo. Zac bajó las escaleras.
-Ven aquí -señaló con la cabeza uno de los bancos del patio. Se sentaron en él. Los pies de Natasha no tocaban el suelo, y los balanceaba adelante y atrás-. ¿Sabes qué es una norma? -preguntó él. Tasha se mordisqueó el labio inferior. Negó con la cabeza-. Adivina -le dijo Zac-. ¿Qué es una norma?
-¿Algo que tú quieres que haga y que yo no quiero hacer? -preguntó ella.
Zac procuró no echarse a reír, aunque le costaba un gran trabajo.
-Es más que eso -dijo-. Es algo que tienes que hacer, quieras o no. Y es siempre igual, aunque yo esté dormido o despierto.
Ella no lo entendía. Zac veía claramente la confusión y la incredulidad escritas en su rostro. Se pasó una mano por la cara mientras intentaba aclarar su mente llena de telarañas. Estaba cansado. No se le ocurría cómo explicarle a Natasha que tenía que seguir sus normas en todo momento. No sabía cómo hacérselo entender.
-Hola, chicos.
Zac levantó la mirada y vio que Vanessa Hudgens se acercaba a ellos. Llevaba un vestido de flores muy veraniego, sin mangas y con una falda larga y amplia que llegaba casi hasta el suelo. En los pies llevaba unas sandalias, en la cabeza un sombrero de paja de ala ancha y en su preciosa cara, una sonrisa cordial. Parecía llena de frescura, como una brisa largo tiempo esperada en medio del calor sofocante del atardecer.
¿Dónde había estado, vestida así? ¿Comiendo con algún amigo? O quizá no llegaba, sino que se iba. Tal vez estuviera esperando a que llegara el hombre con quien había quedado para cenar. Maldito bastardo. Zac frunció el ceño y odió a aquel tipo, y también a sí mismo por permitirse el pequeño lujo de odiarlo.
-Hay un camión de muebles descargando en la entrada -dijo ella sin hacer caso de su torva expresión. De hecho, ni lo miraba. Se dirigía directamente a Tash-. ¿Esa cómoda amarilla tan bonita es tuya, por casualidad?
Natasha se levantó de un salto, sin hacer caso de la conversación.
-¡Mía! -gritó, y salió corriendo hacia el aparcamiento-. ¡Es mía!
-¡No te alejes mucho! -le gritó Zac en tono de advertencia mientras se levantaba. Tensó la boca al apoyar la rodilla, pero resistió el impulso de hacer una mueca. No quería que Nessa notara cuánto le dolía-. ¡Y no te bajes de la acera!
Nessa, sin embargo, pareció darse cuenta de que sufría.
-¿Estás bien? -le preguntó con los ojos llenos de preocupación. Lo siguió de vuelta al aparcamiento, detrás de Natasha.
-Sí, estoy bien -contestó él bruscamente.
-¿Llevas todo el día con ella por ahí?
-Estoy bien -repitió él.
-Tienes derecho a estar cansado -dijo ella con una risa musical-. Yo estuve cuidando a la hija de una amiga la semana pasada. Tiene cuatro años, y prácticamente tuvieron que sacarme en camilla.
Zac la miró. Ella le devolvió una mirada inocente. Le estaba ofreciendo una salida honrosa, un modo de fingir que las arrugas de dolor y cansancio de su cara se debían a que no estaba acostumbrado a la energía que derrochaba una niña tan pequeña, y no a su vieja herida.
-Sí, claro.
Nessa procuró no mostrar su decepción por la respuesta tensa de Zachary. Quería ser amiga suya, y había dado por sentado que seguirían construyendo su amistad sobre los frágiles cimientos que habían establecido hacía poco tiempo. Pero el entendimiento al que habían llegado esa mañana, fuera cual fuese, parecía haber quedado olvidado. El antiguo Zac, malhumorado y desagradable, había vuelto con renovadas energías.
A no ser que...
Era posible que la rodilla le doliera mucho más de lo que ella creía.
Un repartidor se les acercó.
-¿Es usted Zachary Efron? -preguntó y, sin esperar respuesta, le tendió un portafolios-. Firme donde la X.
Zac firmó.
-Los muebles van al 2°C. Está justo en lo alto de las escaleras...
-Lo siento, amigo, pero yo de aquí no paso -el hombre no parecía sentirlo lo más mínimo-. Mis instrucciones son descargar la camioneta. A partir de ahí, es cosa suya.
-No lo dirá en serio -dijo Zachary con voz llena de incredulidad.
Los muebles estaban sobre el asfalto, junto al vehículo de reparto.
El hombre cerró con estruendo la puerta corredera de la camioneta.
-Lea la letra pequeña de la factura. El reparto es gratuito. Eso es exactamente lo que ha pagado.
¿Cómo iba a subir Zac todo aquello por un tramo de escaleras? Nessa vio frustración y rabia en sus ojos y en su boca tensa.
El hombre subió a la cabina y cerró la puerta.
-Compré los muebles en su tienda porque en la publicidad pone que el reparto es gratuito -dijo Zac con aspereza-. Si no va a subirlos, ya puede volver a cargarlos y llevárselos.
-Primero, no es mi tienda -contestó el hombre, y arrancó el motor y metió primera-. Y, segundo, ya ha firmado.
Zac tuvo que hacer un gran esfuerzo para no encaramarse al escalón de la cabina y darle un puñetazo en la cara. Pero Tash y Nessa lo estaban mirando. Así que no hizo nada. Se quedó allí parado como un idiota mientras la camioneta se alejaba. La miraba sintiéndose impotente, indefenso y frustrado.
Luego Nessa le tocó el brazo. Sus dedos le parecían frescos sobre la piel caliente. Su contacto era ligero y vacilante, pero no se apartó cuando él se volvió y la miró con enfado.
-He mandado a Tasha a ver si Thomas está en casa -dijo en voz baja-. Nosotros subiremos los muebles.
-No soporto esto -dijo él. Las palabras se le escaparon antes de que pudiera detenerlas. Rezumaban desesperación y vergüenza. No pretendía decirlas en voz alta, revelar tanto de sí mismo. No era una queja; ni siquiera era autocompasión. Era un hecho. Odiaba sus limitaciones.
Los ojos pardos de Nessa se hicieron más cálidos, más líquidos. Deslizó la mano hasta la suya y le entrelazó los dedos.
-Lo sé -dijo con voz ronca-. Lo siento mucho.
Él se volvió para mirarla, para mirarla de verdad.
-Ni siquiera te caigo bien -dijo-. ¿Cómo soportas ser tan amable?
-Sí me caes bien -contestó ella, e intentó retroceder para apartarse de la intensidad de su mirada. Pero él no le soltó la mano-. Quiero ser tu amiga.
Su amiga. Tiró de nuevo y, esa vez, él la soltó. Quería ser su amiga. Pero él quería mucho más...
-¡Eh, Zac!
Zac se volvió. Aquella voz le resultaba tan familiar como respirar. Era Lucky O'Donlon. Había aparcado su moto en una plaza para visitantes y se acercaba tranquilamente a ellos. Llevaba su uniforme azul de paseo y parecía pulcro e impecable. Pero Zac sabía que distaba mucho de serlo.
-¿Qué pasa? ¿Estás vendiendo tus muebles o qué? -la amplia sonrisa y los cálidos ojos azules de Lucky se deslizaron sobre los muebles, sobre el bastón de Zac y, por último, sobre Nessa. A ella le dedicó una mirada especialmente larga-. ¿Vas a presentarme a tu amiga?
-¿Tengo elección?
Lucky le tendió la mano a Nessa.
-Soy el teniente Luke O'Donlon, SEAL de la Marina de los Estados Unidos. ¿Y usted es...?
Nessa sonrió. Claro que sonrió. Nadie podía resistirse a Lucky.
-Vanessa Hudgens. Soy la vecina de Zac.
-Yo soy su compañero de zambullidas.
-Mi ex compañero de zambullidas.
Lucky sacudió la cabeza.
-De eso nada -rodeó con el brazo el cuello de Zac y sonrió a Nessa-. Hicimos juntos el curso de entrenamiento. Eso nos convierte en compañeros de zambullida para siempre.
-El curso de entrenamiento es básico para un SEAL -explicó Zac a Nessa, apartando a Lucky de ella-. ¿Adonde vas vestido así?
-A una cena informal en el cuartel general. Una fiesta en honor de no sé qué pez gordo al que han ascendido -sonrió a Zac, pero miraba continuamente a Nessa-. He pensado que quizá te apetecería venir.
Zac soltó un bufido.
-Ni lo sueñes. Odiaba esas fiestas cuando tenía que ir.
-Por favor... -suplicó Lucky-. Necesito alguien que me haga compañía o me pasaré la noche bailando con la mujer del almirante e intentando que no me pellizque el trasero -sonrió a Nessa y le guiñó un ojo.
-Aunque quisiera ir -dijo Zac-, que no quiero, no podría. Voy a cuidar de la hija de mi hermana el próximo mes y medio -señaló los muebles-. Esto es para su habitación.
-O a la niña le gusta dormir fuera, o lo tienes muy negro.
-Lo segundo -dijo Zac.
-Tú, vecinita -dijo Lucky al tiempo que agarraba un extremo del colchón-, pareces bastante fuerte. Agarra el otro lado.
-Se llama Vanessa –dijo Zac.
-Usted perdone -contestó Lucky-. Vanessa, cariño, agarra el otro lado.
Nessa se estaba riendo, por suerte. Mientras Zac miraba, Lucky y ella llevaron el colchón al patio. Zac seguía oyendo la risa de Nessa mucho después de que se perdieran de vista. Cuando recogió la estantería, que pesaba muy poco, y echó a andar lentamente hacia el patio, oyó también el gorjeo excitado de Tasha y la voz profunda de Thomas King.
-Eh, marinero -Thomas lo saludó inclinando la cabeza al pasar. Sabía que no debía ofrecerse a llevar la estantería.
-Gracias por echarme una mano, chaval -dijo Zac.
-No hay problema -contestó el adolescente.
No había problema. Quizá todo aquello no fuera un problema para los demás... pero lo era para él.
Dejó la estantería al pie de las escaleras y al levantar la vista vio que Lucky salía de su piso con Tasha en brazos. Estaba haciendo cosquillas a la niña y ella se reía. Nessa iba tras ellos, y ella también se reía. Zac nunca la había visto tan guapa, ni tan relajada. Lucky se inclinó hacia ella y le dijo algo al oído, y Nessa volvió a reírse. Empezó a bajar las escaleras y Lucky la miró alejarse sin apartar los ojos del contoneo de sus caderas.
Zac tuvo que mirar para otro lado. No podía reprochárselo a Lucky. En otra época, eran muy parecidos. Todavía se parecían en muchos sentidos. No le sorprendía que su mejor amigo también se sintiera atraído por Nessa.
Tardaron diez minutos en llevar los muebles al cuarto de Tasha y meter las cajas en la habitación de Zac.
Thomas se fue a trabajar y Nessa se disculpó y desapareció en su piso... tras sonreír cuando Lucky volvió a estrecharle la mano con grandes aspavientos.
-Me ha... me ha dicho que sois amigos -dijo Lucky con excesiva indiferencia cuando Zac lo acompañó hasta su moto.
Zac se quedó callado, preguntándose qué podía contestar a aquella afirmación. Si decía que sí, Lucky se pasaría por allí constantemente, invitaría a salir a Nessa y sacaría a relucir su famoso encanto y su insistencia hasta que ella cediera. Y ella cedería. Nadie podía resistirse a Lucky. Y entonces Zac tendría que ver cómo su mejor amigo salía y seguramente seducía a aquella mujer a la que tanto deseaba. Era verdad. Deseaba a Nessa. Y estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en su mano por conseguirla.
-Se equivoca -dijo a Lucky-. Somos más que amigos. Sólo que ella no lo sabe todavía.
Si Lucky se llevó un chasco, lo ocultó muy bien. Y su decepción no tardó en convertirse en alegría sincera.
-Es genial. Eso significa que has vuelto -dijo.
-¿A los SEAL? -Zac sacudió la cabeza-. ¿Es que no te has enterado de que me han...?
-No -lo interrumpió Lucky-. Me refería al mundo de los vivos.
Zac miró fijamente a su amigo. Lucky no lo entendía. Él estaba vivo. Había pasado cinco años de dolor y frustración que lo demostraban.
-Llámame alguna vez -dijo Lucky mientras se ajustaba el casco de la moto-. Te echo de menos, amigo.


Lo despertó el sonido de un timbre eléctrico. Era estridente y estaba justo junto a su oído...
Se despertó, completamente despierto.
Era el sonido del timbre que había conectado a la puerta de la calle la noche anterior, antes de irse a la cama. Maldición, Tasha había vuelto a irse sin permiso.
Se puso unos pantalones cortos al salir de la cama y recogió su bastón del suelo.
Dios, qué cansado estaba. Esa noche se había ido a la cama, pero no había pegado ojo. No podía hacer más de dos horas que había conciliado por fin el sueño. Sin embargo, lo había conseguido. Había pasado la noche sin la ayuda de un solo trago de whisky.
Quizás estuviera exhausto, pero no tenía resaca. Y era una suerte, porque, de ser así, el ruido del timbre le habría levantado la tapa de los sesos.
Desconectó rápidamente el aparato. Era un sistema muy sencillo, diseñado para que el circuito se rompiera si la puerta se abría. Si el circuito se interrumpía, el timbre sonaba.
Abrió la puerta y...
Tasha estaba justo al otro lado de la mosquitera, con Nessa tras ella.
La niña llevaba aún su pijama. Nessa llevaba el bañador puesto debajo de los pantalones cortos y la camiseta. Zac veía la tira de colores que lo ataba alrededor de su cuello.
-Buenos días -dijo ella. Zac miró a Tash con enfado.
-¿Dónde demo...?
-Tasha iba a hacerme una visita -lo cortó Nessa-, pero se ha acordado de que primero tenía que decirte adonde iba -miró a la pequeña-. ¿Verdad, Tash?
Tasha asintió con la cabeza.
¿Tasha se había acordado? Era más probable que se hubiera acordado Nessa. Por encima de la cabeza de la niña, ella dijo «refuerzo positivo» moviendo los labios sin emitir sonido. Zac se tragó su enfado. De acuerdo. Si Nessa creía que podía hacer comprender a Tasha de ese modo, él haría un esfuerzo. De algún modo consiguió reunir mucho más entusiasmo del que sentía.
-Qué bien que te hayas acordado -dijo a la pequeña, y abrió la mosquitera para dejarlas pasar. Se obligó a sonreír y Tasha se animó visiblemente.
Caramba, quizá Nessa tuviera razón.
Tomó a la niña entre sus brazos y empezó a darle vueltas hasta que ella empezó a reírse. Luego se dejó caer con ella en el sofá.
-De hecho -continuó-, eres tan increíble, que creo que deberíamos darte una medalla. ¿No te parece? —Ella asintió con la cabeza, llena de asombro.
-¿Qué es una medalla?
-Es un alfiler muy especial que te dan cuando haces algo muy importante... como acordarte de las normas -dijo Zac. La bajó de sus rodillas y la sentó en los cojines del sofá-. Espera aquí. Voy por ella.
Nessa, que estaba de pie junto a la puerta, lo vio levantarse con esfuerzo y enfilar el pasillo camino de su habitación.
-Conseguir una medalla es muy importante -Zac levantó la voz para que pudieran oírlo desde el cuarto de estar-. Se necesita una ceremonia muy especial.
Casi incapaz de contener la emoción, Tasha se puso a saltar en el sofá. Nessa tuvo que sonreír. Al parecer. Zac entendía la noción de refuerzo positivo.
-Vamos allá -dijo él cuando volvió al cuarto de estar. Miró a Nessa y sonrió. Tenía muy mal aspecto esa mañana. Ella nunca lo había visto tan cansado. Saltaba a la vista que un momento antes estaba profundamente dormido. Pero, de algún modo, parecía más lleno de energía y tenía los ojos más despejados. Y la sonrisa que le había lanzado era muy dulce, casi tímida. A Nessa se le puso el corazón en la garganta cuando lo vio con su sobrina.
-Por acordarse de mis normas y reglamentos, incluida la regla número uno, decirme adonde va antes de salir de casa -dijo Zac con solemnidad-, concedo a Natasha Efron esta medalla de honor.
Prendió en el pijama de Tasha una de las barras de colores que Nessa había visto en su uniforme de gala.
-Ahora, yo le saludo y tú me saludas a mí -le susurró a la pequeña tras sujetar el alfiler.
Se puso firme y le hizo un saludo militar. Tasha lo imitó bastante bien.
-Los SEAL sólo saludan cuando alguien recibe una medalla -dijo Zac mirando otra vez a Nessa. Se sentó en el sofá, junto a la niña-. Vamos a hacer una cosa -dijo-. Para conservar esta medalla, hoy tienes que recordar mis reglas todo el día. ¿Te acuerdas de ellas?
-Avisarte cuando quiero salir...
-Incluso si estoy dormido. Tienes que despertarme, ¿de acuerdo? ¿Qué más?
-Quedarme aquí...
-En el patio, muy bien. ¿Y...?
-No nadar sin un compañero.
-Es increíble, lo has dicho todo bien. ¡Choca esos cinco!
Natasha soltó una risilla y dio una palmada en la mano de su tío.
-Pero ése no es todo el trato -dijo él-. ¿Me estás escuchando, Tash? -ella asintió con la cabeza- Cuando tienes muchas de estas medallas, ¿sabes qué pasa? —Tasha dijo que no con la cabeza-. Que las cambiamos -añadió él mientras tocaba con una mano el respaldo del sofá donde estaban sentados- por cierto sofá rosa.
Nessa pensó que era muy posible que la pequeña estuviera a punto de estallar de alegría.
-Vas a tener que esforzarte mucho para seguir las normas -dijo Zac-, Tienes que recordar que, si quiero que las obedezcas, es porque no quiero que te pase nada, y me preocupo mucho cuando no sé si estás a salvo. Tienes que pensar en eso y recordarlo, porque sé que no quieres que me preocupe, ¿verdad?
Tasha asintió con la cabeza.
-¿Tú tienes que seguir mis normas?
Zac se sorprendió, pero disimuló.
-¿Cuáles son tus normas?
-Se acabaron las palabrotas -dijo la pequeña sin vacilar.
Zac miró otra vez a Nessa. avergonzado.
-Está bien -dijo, mirando de nuevo a Tasha- Es duro, pero lo intentaré.
-Jugar más con Nessa —sugirió Tasha, Él se rió con nerviosismo.
-No estoy seguro de que podamos cumplir esa norma. Tash. Porque las cosas que podemos hacer tú y yo están bien, pero...
-Me encantaría jugar -murmuró Nessa.
Zac la miró. Ella no podía haber querido decir lo que parecía. No, estaba hablando con Natasha. Pero aun así... Zac se dejó llevar por su imaginación. Y la perspectiva lo entusiasmó.
-Pero para eso no hace falta una norma -dijo Nessa.
-¿Puedes venir a la playa con nosotros para mi clase de natación? -le preguntó Tasha.
Nessa titubeó y miró cautelosamente a Zac desde el otro lado de la habitación.
-No quiero estorbar.
-Ya llevas puesto el bañador -dijo él.
Ella pareció sorprendida porque lo hubiera notado.
-Bueno, sí, pero...
-¿Pensabas ir a otra playa?
-No... es sólo que no quiero... ya sabes... -se encogió de hombros y sonrió con nerviosismo, como si quisiera disculparse-... interferir.
-Nada de eso -dijo Zac. Cielos, parecía tan nervioso como ella. ¿Desde cuándo era aquello tan difícil? Antes se le daban muy bien esas cosas-. Tasha quiere que vengas con nosotros -perfecto. Ahora parecía que quería que los acompañara para que jugara con su sobrina. Y no era eso en absoluto-. Y... yo también -añadió.
Dios, tenía el corazón en la boca. Tragó saliva y procuró que volviera a su sitio mientras Nessa lo miraba con curiosidad.
-Bueno, está bien -dijo ella por fin-. En ese caso, me encantaría ir. Si queréis, puedo preparar algo de comer para hacer un picnic...
-¡Sí! -gritó Tasha, y se puso a dar saltos por la habitación-, ¡Un picnic! ¡Un picnic!
Zac sintió que sonreía. Un picnic en la playa con Nessa. No recordaba la última vez que se había ilusionado tanto con algo. Y su emoción no se debía solamente al hecho de que quisiera verla en bañador, aunque eso también lo deseaba mucho.
-Supongo que eso es un «sí». Pero no deberías ser tú quien trajera la comida.
-Haré unos sandwiches -dijo Nessa mientras abría la puerta-. Vosotros llevad algo de beber. Unos refresco. O cerveza, si quieres.
-Nada de cerveza -dijo Zac. Ella se detuvo y miró hacia atrás con la mano sobre el picaporte de la mosquitera.
-Ésa es otra norma que voy a seguir a partir de ahora -dijo él con calma. Natasha había dejado de bailar alrededor de la habitación. Lo estaba escuchando con los ojos muy abiertos-. Nada de beber. Ni siquiera una cerveza
Nessa se apartó de la puerta. Tenía los ojos tan grandes como los de Tasha.
-Mmm, Tash, ¿por qué no vas a ponerte el bañador? —Tasha salió en silencio por el pasillo. Zac sacudió la cabeza.
-No es para tanto.
Estaba claro que Nessa pensaba lo contrario. Se acercó a él y bajó la voz para que Tasha no les oyera.
-¿Sabes?, hay grupos de ayuda por toda la ciudad. Puedes encontrar una reunión prácticamente a cualquier hora del día...
¿De veras creía que tenía un problema tan serio con la bebida?
-Mira, puedo arreglármelas -dijo él en tono gruñón-. Me ha pasado un par de días, pero nada más. No bebía nada cuando estaba en el hospital... hasta hace dos días. Estos últimos días... no me has visto precisamente en mi mejor momento.
-Lo siento -murmuró ella-. No quería dar a entender que...
-No tiene importancia.
Ella le tocó el brazo. Sus dedos eran suaves, frescos y tersos.
-Sí, la tiene -dijo-. Para Natasha es muy importante.
-No lo hago por Tash -contestó él con tranquilidad mientras miraba esa mano delicada apoyada sobre los músculos tensos de su brazo y deseaba que la dejara allí, aunque sabía que iba a apartarla-. Lo hago por mí mismo.

2 comentarios:

dani1301 dijo...

ay estuvo muy bueno el capi
me encanto
por fin nessa y zac se estan comenzando a llevar bien
me muero de las ganas de leer el proximo capi
bueno me encanta tu nove
siguela prontito
bye

이지준 dijo...

hay re lindo zac
con la medalla jiji
y ness que linda tambn
ahhhh me muero amo esta
nove escribes super bien
siguela me encata :)
bye

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