martes, 4 de enero de 2011

Capitulo 11

Chicas, antes que nada debo de avisarles algo. SI SON MENORES DE 13 AÑOS, NO LEEAN ESTE CAPITULO, ES DEMACIADO HOT! YO QUISE EDITARLO PERO SE LO PASE A ANDYY Y ME DIJO QUE NO -.- JAJAJA! Y BUENO LE PROMETI A ELLA QUE SUBIRIA HOY Y AQUI ESTOY! NO ME PUTEEN POR EL CAPITULO TAN EXPLISITO D:! LAS AMO♥


Capítulo 11
Nessa no pudo refrenarse. Alargó la mano hacia Zac. ¿Cómo podía mantener las distancias mientras su corazón sufría por aquel hombre?
Pero él le agarró la mano antes de que pudiera tocarle la mejilla.
-No quieres, ¿recuerdas? -dijo con calma mientras escudriñaba sus ojos.
-Puede que nos necesitemos el uno al otro un poco más de lo que creía -musitó ella.
Zac compuso una media sonrisa conmovedora.
-Nessa, tú no me necesitas.
-Sí, te necesito -dijo ella y, casi para su sorpresa, era cierto. Lo necesitaba. Desesperadamente. Lo había intentado. Había intentado no sentir nada por aquel hombre, por aquel soldado. Había intentado mantenerse fría, distante, indiferente, pero de algún modo, durante los días anteriores, Zac había atravesado sus líneas defensivas y se había enseñoreado de su corazón.
La mirada de él era tan triste, tan suave, tan tierna... Toda su ira había desaparecido, y Nessa comprendió que, de nuevo, estaba viendo al hombre que había sido: el hombre al que el dolor y la amargura habían hecho olvidarse de vivir.
Zac podía volver a ser ese hombre. Todavía lo era. Sólo necesitaba dejar de basar toda su felicidad futura en conseguir lo inalcanzable. Eso, ella no podía hacerlo por él. Tendría que hacerlo él solo. Pero podía estar con él en ese momento, esa noche, y ayudarlo a recordar que no estaba solo.
-No puedo darte lo que quieres -dijo él con voz ronca-. Sé que eso te importa.
El amor. Estaba hablando del amor.
-Entonces estamos empatados -Nessa apartó suavemente la mano de la suya y le tocó la mejilla. Zac no se afeitaba desde hacía al menos un día y tenía ásperos los pómulos y la barbilla, pero a ella no le importó. Tampoco le importaba que no la quisiera-. Porque yo tampoco puedo darte lo que tú quieres.
No podía darle energías para convertirse de nuevo en un SEAL. Pero, si hubiera podido, lo habría hecho.
Se inclinó hacia él y lo besó. Fue un beso suave, un simple roce de labios. Zac no se movió. No respondió. Ella se inclinó para besarlo de nuevo, y él la detuvo poniéndole una mano contra el hombro.
Nessa estaba arrodillada a su lado en el sofá y él miró sus piernas, el suave algodón que la sudadera desabrochada dejaba al descubierto y, finalmente, sus ojos.
-Estás jugando con fuego -dijo en voz baja-. Hay muchas cosas que ya no puedo hacer, pero todavía puedo hacerle el amor a una mujer bonita.
-Quizá deberíamos empezar una nueva lista. Cosas que todavía puedes hacer. Podrías poner «hacer el amor» en primer lugar.
-Nessa, será mejor que te vayas...
Ella volvió a besarlo y él se retiró de nuevo.
-Maldita sea, me dijiste...
Nessa lo besó con más ímpetu, le rodeó el cuello con los brazos y entreabrió sus labios con la lengua. Zac se quedó paralizado y ella comprendió que, ni en un millón de años, hubiera esperado que fuera tan atrevida.
Su indecisión duró sólo un instante. Después, la atrajo hacia sí, la envolvió en sus brazos y estuvo a punto de aplastarla contra los músculos duros de su pecho.
Luego él también la besó.
La besó con ansia, ferozmente. Su boca ardiente se apoderó de la de ella y su lengua dominó la suya con sobrecogedora urgencia.
Aquello parecía imposible. Nessa sólo lo había besado una vez, en la playa y, sin embargo, la boca de Zac le sabía dulcemente familiar. Besarlo era como volver a casa.
Nessa sintió sus manos en la espalda, metiéndose bajo la sudadera y deslizándose hasta la curva de su trasero. Zac la atrajo hacia sí y buscó la suave desnudez de sus piernas. La subió sobre él y Ness se montó a horcajadas sobre su regazo sin dejar de besarlo. Tenía los dedos enterrados en su pelo, que era increíblemente suave. Le habría gustado pasarse la vida allí, besando a Zachary Efron y pasando las manos por su hermoso cabello rubio. Era todo lo que necesitaba, todo lo que necesitaría en su vida.
Luego, él movió las caderas y ella sintió la dureza de su miembro erecto y comprendió que se equivocaba. Los dos necesitaban y ansiaban algo más.
Zac tiró de la sudadera, se la apartó de los hombros y se la bajó por los brazos. Le sacó el camisón de los pantalones y ella se oyó gemir cuando sus manos encallecidas se deslizaron sobre la piel desnuda de su espalda. Y entonces Zac se apartó de ella, jadeando con fuerza.
-Nessa... -la frustración había tensado su cara fibrosa y de hermosos rasgos-. Quiero levantarte en brazos y llevarte a mi cama -pero no podía. No podía levantarla. Ni con muletas. Ni siquiera con el bastón. Pero aquél no era momento para que pensara en esas cosas. Nessa se levantó y se desprendió de su abrazo.
-¿Por qué no sincronizamos nuestros relojes y nos encontramos allí en, digamos... -fingió mirar un reloj de pulsera imaginario-... en dos minutos cero cero?
La cara de Zac se relajó en una sonrisa, pero la tensión no abandonó sus ojos.
-No hace falta que digas «cero cero». Puedes decir «04:00», pero dos minutos son sólo dos minutos.
-Lo sé -dijo ella-. Sólo quería hacerte sonreír. Si eso no hubiera funcionado, habría probado con esto... -se levantó lentamente el camisón y se lo sacó por la cabeza. Después lo arrojó sobre el regazo de Zac.
Pero la sonrisa de Zac desapareció. La miró, y sus ojos, llenos de ansia y pasión, devoraron sus pechos desnudos. Nessa estaba asombrada. Se encontraba medio desnuda delante de un hombre al que conocía desde hacía apenas unos días. Y Zac era un militar, un soldado entrenado para hacer la guerra seguramente de más modos de los que ella era capaz de imaginar. Era el hombre más duro, más curtido que había conocido nunca y, sin embargo, en muchos sentidos era también el más vulnerable. Había compartido sus secretos con ella, la había dejado ver su alma. Comparado con aquello, desnudar su cuerpo ante él parecía casi insignificante.
Y ella comprendió que podía estar allí, así, sin sonrojarse y con tanto aplomo, porque estaba absolutamente convencida de que amar a aquel hombre era lo correcto. Nunca antes había hecho el amor con un hombre sin sentir una especie de desasosiego, sin sentirse atormentada por las dudas. Pero nunca había conocido a un hombre como Zachary Efron: un hombre que pareciera tan distinto a ella y que, no obstante, pudiera mirarla a los ojos y, con sólo una palabra o una caricia, hacer que se sintiera totalmente conectada a él, en sintonía con él.
Nunca antes se había considerado una exhibicionista, pero nadie la había mirado nunca como la miraba Zac. Sintió que su cuerpo se tensaba, llena de expectación, bajo aquella mirada ardiente. Era una mirada seductora... y casi tan placentera como una caricia.
Levantó los brazos despacio, con deliberación, y se deshizo tranquilamente la coleta. Dejó que él la contemplara mientras se soltaba el pelo largo alrededor de los hombros y disfrutó de la sensación que los ojos de Zac suscitaban en su cuerpo.
-No estás sonriendo -susurró.
-Créeme, estoy sonriendo por dentro.
Y entonces sonrió de verdad. Con una sonrisa a medio camino entre tortuosa y triste. Aquella sonrisa estaba llena de dudas y de incredulidad, y mezclada con asombro y expectación. Mientras lo miraba a los ojos, Nessa pudo ver un primer destello de esperanza. Y sintió que se estaba enamorando. Comprendió, en ese preciso instante, que se estaba enamorando irremediablemente de aquel hombre.
Temiendo que él adivinara sus sentimientos, recogió su sudadera del suelo, se dio la vuelta y recorrió rápidamente el pasillo camino de su dormitorio. De su cama.
Zac no iba muy lejos, pero ella lo oyó detenerse en la habitación de Tasha y entrar a ver cómo estaba la niña.
-¿Está bien? -preguntó cuando él entró unos instantes después.
Zac cerró la puerta a su espalda. Y echó la llave.
Se quedó allí parado, una sombra oscura en el extremo de la habitación.
-Le ha bajado mucho la fiebre -dijo.
Nessa se acercó a la ventana y ajustó ligeramente la persiana para que entrara algo de luz sin exponer su intimidad. La luz tenue del descansillo formó franjas en el techo y, de pronto, la habitación, tan corriente, pareció adquirir un exótico resplandor. Ella se volvió hacia Zac, que seguía mirándola.
-¿Tienes preservativos? -preguntó.
-Sí. Hace mucho tiempo -reconoció-, pero sí.
-Para mí también hace mucho tiempo -contestó ella en voz baja.
-Todavía puedes cambiar de opinión -él se apartó de la puerta para dejarle vía libre. Apartó la mirada, como si supiera que sus ojos tenían el poder de detenerla.
-¿Por qué iba a cambiar de opinión? —Él le lanzó una de sus sonrisas tristes.
-¿Por un repentino arrebato de cordura? -sugirió.
-Quiero hacer el amor contigo -dijo ella-, ¿Tan absurdo es?
Zac levantó la vista.
-Podrías elegir a quien quisieras. A cualquiera -no había autocompasión en su voz, ni en su cara. Sólo estaba afirmando un hecho que creía cierto.
-Bien -contestó ella-. Entonces te elijo a ti. -Zac oyó sus palabras suaves, pero sólo cuando Nessa sonrió y se acercó a él las comprendió plenamente. Vanessa lo deseaba. Lo deseaba a él. La luz del exterior relucía sobre su piel desnuda.
Su cuerpo era aún más hermoso de lo que Zac había imaginado. Sus pechos eran llenos y redondeados... no muy grandes, pero tampoco demasiado pequeños. Él ansiaba tocarla con las manos, con la boca, y sonrió, sabiendo que iba a hacerlo muy pronto.
Pero ella se detuvo justo fuera de su alcance. Mientras le sostenía la mirada, se desabrochó los pantalones cortos y dejó que resbalaran por sus piernas.
Él la había visto en bañador esa tarde: era muy consciente de que su cuerpo esbelto y atlético era lo más parecido a la perfección que había visto nunca. Nessa no era voluptuosa en ningún sentido: de hecho, algunos hombres la habrían encontrado demasiado flaca. Sus caderas eran estrechas y se curvaban ligeramente hasta confundirse con la suavidad de su cintura. Era esbelta y de formas elegantes, y poseía una maravillosa combinación de músculos y curvas suaves y fluidas.
Zac se sentó al borde de la cama y Nessa se volvió hacia él. Él alargó la mano y ella se acercó a sus brazos y volvió a sentarse a horcajadas sobre su regazo.
-Creo que nos habíamos quedado aquí -murmuró, y volvió a besarlo.
Zac notó que la cabeza le daba vueltas, se sintió atrapado en un torbellino de placer tan intenso que no pudo refrenarse y gimió en voz alta. La piel de Nessa era tan suave, tan tersa bajos sus manos... Y sus besos eran casi una experiencia espiritual. Cada uno de ellos más hondo y más largo que el anterior, le infundían una vitalidad llena de alegría y una pasión dulce e ilimitada.
Ella le tiró de la camiseta y él se desprendió de su abrazo y se la sacó por la cabeza. Luego Nessa volvió a besarlo y el contacto de su piel desnuda dejó a Zac sin aliento.
Él se tumbó en la cama, arrastrándola consigo, y la subió encima de sí. Después deslizó la mano entre los dos para tocar la dulce turgencia de sus pechos. Ella tenía los pezones tensos y erectos por el deseo, y Zac la levantó hacia su boca y comenzó a acariciarla con la lengua, chupando primero suavemente y luego con más fuerza, mientras ella gemía de placer y arqueaba la espalda.
-Me gusta -jadeaba-. Es tan delicioso...
Sus palabras susurradas provocaron una llamarada de deseo que atravesó por completo a Zac. La atrajo aún más hacia sí y aquel movimiento la apretó íntimamente contra su cuerpo, contra su miembro erecto. Nessa se mantuvo un momento allí, en tensión. Zac podía sentir su ardor incluso a través de las bragas y los pantalones cortos. Quería tocarla, saborearla, llenarla por completo. La quería enteramente. La quería en ese preciso instante. La quería para siempre, para toda la eternidad.
El cabello de Nessa los envolvía como una cortina negra, finísima y sensual mientras Zac volvía a besarla y ella empezaba a moverse encima de él, deslizándose despacio sobre su miembro duro. Cielo santo, si seguía así, Zac iba a perder el control antes de estar siquiera dentro de ella.
-Nessa... -gruñó con las manos sobre sus caderas para detenerla.
Ella se echó hacia atrás para mirarlo. Tenía los ojos entornados por el placer y el deseo y una sonrisa provocativa curvaba sus labios. Se echó el pelo largo a la espalda y acercó las manos al botón de los pantalones cortos de Zac. Lo desabrochó rápidamente, con destreza, se deslizó hacia atrás y se puso de rodillas sobre sus muslos para bajarle la cremallera.
Liberado de la presión de los pantalones, su miembro se irguió y ella lo cubrió con sus manos delicadas a través de los calzoncillos. Miró a los ojos a Zac mientras lo tocaba.
Parecía una fantasía erótica extremadamente sensual, allí arrodillada sobre él, con aquellas braguitas minúsculas cuya seda blanca contrastaba perfectamente con el brillo dorado de su piel tersa. El pelo largo le caía alrededor de los hombros y varios mechones se rizaban alrededor de sus hermosos pechos.
Zac alargó las manos hacia ella. Quería tocarla, pasar las manos por sus brazos, acariciar sus pechos.
Ella le bajó los pantalones y los calzoncillos sin dejar de mirarlo a los ojos y sonrió al ver reflejado el placer en su cara cuando finalmente cerró las manos alrededor de su miembro. Entonces él apretó su pecho y ella cerró los ojos, arrastrada por su propio éxtasis.
Nessa se inclinó hacia delante y lo besó con fuerza, con violencia. Luego se apartó y trazó una senda de besos desde su boca y por su cuello hasta su pecho, mientras con una mano seguía acariciándolo vehementemente. Su pelo lo rozó en una caricia ligerísima y Zac refrenó un grito cuando ella deslizó la boca aún más abajo. Una oleada de placer exquisito, arrebatador, se apoderó de él.
Aquello era increíble. Era algo más que increíble, pero no era lo que él quería. Extendió los brazos hacia ella, la levantó con brusquedad y la estrechó entre sus brazos.
-¿No te ha gustado? -Nessa se reía. Sabía perfectamente que le había gustado. Sabía muy bien que había estado a punto de hacerle perder el control.
Zac intentó hablar, pero sólo le salió un gruñido. Ella volvió a reírse. Su voz sonó musical y su alegría era contagiosa. Zac le cubrió la boca con un beso feroz y sintió que la risa y la alegría burbujeaban en el interior de Nessa y penetraban en su propio cuerpo, fluyendo por sus venas y llenándolo de felicidad.
Felicidad. Santo cielo, ¿cuándo había sido la última vez que se había sentido feliz? Era extraño. Era absurdo, en realidad, porque, incluso cuando había sido feliz, antes de que lo hirieran, nunca había asociado esa emoción en particular con el hecho de hacer el amor. Había sentido deseo, excitación sexual, interés y regocijo; se había sentido dominador e incluso dominado. Se había sentido seguro de sí mismo, poderoso y confiado. Pero nunca se había sentido tan incondicionalmente, tan incontestablemente feliz. Nunca había sentido nada ni remotamente parecido a aquello.
Pero tampoco había hecho nunca el amor con una mujer que fuera, sin asomo de duda, su perfecta compañera sexual.
Vanessa era decidida y abiertamente sexy, y no se avergonzaba de su poderosa sensualidad. No la asustaba tomar la iniciativa. Confiaba en sí misma y era osada y atrevida.
Pero, si no hubiera sido por el atisbo de su sensualidad que ella le había dejado entrever en el vestíbulo del hospital, él jamás lo habría sospechado. Era de carácter tan dulce, tan tierna y amable... Era buena. Era la clase de mujer con la que uno deseaba casarse y pasar el resto de su vida rodeado por su serenidad y su calor.
Pero Nessa no se llevaba aquella serenidad al dormitorio. Y tampoco era cálida: era increíblemente ardiente.
Zac deslizó las manos por su vientre suave y bajo la tira de seda que cubría su sexo. Estaba caliente, tersa y lista para él, como Zac imaginaba. Nessa se arqueó contra sus dedos para empujarlo dentro de sí, atrajo su cabeza hacia ella y llevó su boca hacia uno de sus pechos.
-Quiero ponerme encima de ti -jadeó-. Por favor. ..
Era increíblemente excitante saber que aquella mujer apasionada lo deseaba de manera tan total. Zac la soltó y se volvió de lado para alcanzar el cajón de arriba de su mesilla de noche. Rebuscó entre las cosas que había dentro y su mano se cerró casi milagrosamente sobre un pequeño paquete de plástico. Lo rasgó y se puso el preservativo mientras Nessa se bajaba las bragas y se las quitaba agitando las piernas. Luego, se subió encima de él. Descendió y él levantó las caderas y, en un movimiento suave y perfecto, la penetró.
Entonces Zac comprendió que recordaría siempre la expresión de su cara, que se la llevaría consigo a la tumba. Presa de un rapto puro y bellísimo, ella tenía los ojos cerrados, los labios entreabiertos y la cabeza echada hacia atrás. Y era él quien la hacía sentirse así.
Nessa abrió los ojos, lo miró y escudriñó su cara, Dios sabe por qué. Fuera lo que fuese lo que estaba buscando, pareció encontrarlo, porque le sonrió con dulzura. Zac sintió que de pronto el corazón no le cabía dentro del pecho.
Ella comenzó a moverse encima de él, lentamente al principio. Su sonrisa se borró, pero siguió mirándolo a los ojos, sosteniéndole la mirada.
-Zachary...
Él no estaba seguro de poder hablar, pero se humedeció los labios y lo intentó.
-¿Qué?
-Esto es maravilloso.
-Eh, sí -él tuvo que echarse a reír. La risa le salió de dentro como un burbujeo, y se dio cuenta de que aquella risa le pertenecía a ella.
Nessa había empezado a moverse más deprisa y Zac intentó refrenarla. Quería que aquello durara eternamente, pero al paso que iban... Ella, sin embargo, no quería refrenarse, y él no podía negarle nada. La sujetó contra sí y la besó frenéticamente mientras luchaba por contenerse. Pero caminaba por el borde un precipicio y estaba perdiendo rápidamente el equilibrio.
-Zachary... -Ness susurró su nombre mientras lo abrazaba con fuerza, y Zac sintió las primeras oleadas de su orgasmo tumultuoso.
Entonces él saltó por el borde de aquel precipicio. Pero, en lugar de caer, se elevó y levantó el vuelo hasta alturas imposibles, hasta mucho más arriba de lo que había llegado nunca. El placer lo atravesó como una flecha, quemándolo, abrasándolo, y lo dejó débil y asombrado, tembloroso y exhausto... y, pese a todo, completamente lleno de felicidad.
Tenía el pelo suave y largo de Nessa sobre la cara y cerró los ojos para aspirar el dulce perfume de su champú mientras volvía lentamente a tierra. Un momento después, ella suspiró y sonrió. Zac sintió los labios de Nessa, que se movían pegados a su cuello y se preguntó si ella también percibía su sonrisa.
Nessa levantó la cabeza y se apartó el pelo de la cara.
-¿Sigues vivo?
Zac sintió que su sonrisa se ensanchaba al mirarla a los ojos. El pardo era su nuevo color favorito.
-Desde luego que sí.
-Creo que podemos añadir sin ninguna duda «hacer el amor» a la lista de cosas que todavía puedes hacer -dijo ella con una sonrisa.
Su rodilla. Dios, no había pensado en su rodilla desde que había cerrado la puerta del cuarto tras él. No quería volver a pensar en ella y luchó por retener la paz de aquel instante.
-No sé -dijo-. Quizá deberíamos asegurarnos de que no ha sido de chiripa. Puede que sea mejor que lo intentemos otra vez.
La sonrisa de Vanessa se volvió peligrosa.
-Yo estoy lista cuando tú lo estés. -Zac sintió que un arrebato de deseo lo atravesaba, ardiente y dulce.
-Dame unos minutos...
La besó con un beso lento y profundo que le prometía un placer ilimitado.
Nessa suspiró y se apartó de nuevo para mirarlo.
-Me encantaría quedarme, pero...
-¿Pero?
Ella sonrió y le pasó las manos por el pelo.
-Son más de las seis de la mañana, Zachary. No creo que convenga que esté aquí cuando se despierte Natasha. Ya ha habido bastantes turbulencias en su vida últimamente, sin tener que preocuparse de si va a tener que competir conmigo por tu tiempo y tu afecto.
Zac asintió con la cabeza. Probablemente Nesa tenía razón. Le apenaba tener que verla marchar tan pronto, pero debía pensar en la niña.
Nessa se apartó de él y se levantó de la cama. Zac se volvió de lado para verla recoger sus ropas del suelo.
-Has vuelto a llamarme Zachary -dijo. Ella levantó la mirada, sorprendida, mientras se ponía los pantalones cortos.
-¿Sí? Lo siento.
-Piensas en mí como en Zachary, ¿no? -preguntó él-. No como Zac.
Nessa se subió la cremallera de la sudadera y luego se sentó junto a él en la cama.
-Me gusta tu nombre -reconoció-. Siento que se me siga escapando.
Él se apoyó en un codo.
-Se te ha escapado muchas veces mientras hacíamos el amor.
-Dios, espero que eso no te lo haya estropeado -hablaba a medias en serio. Zac se echó a reír.
-Si me hubieras llamado Bob, quizá sí, pero... -tocó su mejilla-. Ha sido la primera vez en mucho tiempo que he disfrutado de que me llamaran Zachary. Me ha gustado, de verdad.
Ella cerró los ojos un momento y apretó la mejilla contra la palma de su mano.
-Bueno, a mí desde luego me ha gustado llamarte Zachary, eso seguro.
-Quién sabe -murmuró él mientras trazaba la forma de sus labios con el pulgar-. Si seguimos así, puede que hasta me acostumbre.
Nessa abrió los ojos y lo miró.
-¿Quieres... quieres seguir? -preguntó. El tono burlón había desaparecido de su voz y, por primera vez en toda la noche, parecía indecisa.
Zac no pudo responder. No era su pregunta lo que le causaba asombro, sino su propia respuesta, inmediata y firme. Sí. Dios, sí.
Aquello era peligroso. Era extremadamente peligroso. Él no quería sentir otra cosa que placer y satisfacción cuando pensara en aquella mujer. No quería nada más que sexo despreocupado y sin ataduras.
Sin embargo, no podía permitir que ella se fuera pensando que le había bastado con esa única noche. Porque no era así. Porque la idea de dejarla irse a casa ya le parecía bastante dura de soportar. No quería pensar en cómo se sentiría si ella se marchaba para siempre. No podía pensar en eso.
-Sí -contestó por fin-, pero tengo que ser sincero. Ahora mismo no estoy en situación de... —Ella lo acalló con un beso.
-Yo también quiero -le dijo-. Eso es lo único que necesitamos saber ahora mismo. No tiene por qué ser más complicado.
Pero era más complicado. Zac lo sabía con sólo mirarla. Nessa sentía algo por él. Él lo veía en sus ojos. Sintió una ardiente oleada de alegría que al instante se convirtió en gélida desesperación. No quería que ella lo quisiera. No quería que sufriera y, si sus sentimientos eran demasiado intensos, acabaría sufriendo.
-Sólo quiero asegurarme de que no vas a convertir esto en una especie de cuento de hadas -dijo con calma e, incapaz de refrenarse, le tocó el pelo y rezó por que sus palabras no le escocieran. Aun así, un pequeño escozor en ese momento era preferible a una herida mortal a largo plazo-. Sé que lo nuestro se parece mucho a «La bella y la bestia», pero hace falta algo más que una chica guapa para convertirme en un príncipe... para convertirme de nuevo en un hombre completo. Necesito mucho más que eso. Y tengo que ser sincero contigo, yo... -no podía decirlo. Se le cerraba la garganta, pero tenía que asegurar de que ella lo entendía-. Me asusta que los médicos tengan razón -reconoció-. Me asusta que mi rodilla no vaya a mejorar más.
Los bellos ojos de Nessa estaban llenos de compasión y sentimiento.
-Quizá sería bueno que lo admitieras... que aceptaras tus limitaciones.
-¿Bueno? -él sacudió la cabeza y exhaló un suspiro lleno de incredulidad-. Si dejo de intentarlo, me condenaré a vivir en este limbo. No estoy muerto, pero tampoco estoy vivo en realidad.
Ella apartó la mirada y Zac comprendió lo que estaba pensando. Ciertamente, había parecido lleno de vida cuando habían hecho el amor, hacía un momento. Pero no se trataba de sexo. Ni de ella.
-Necesito saber quién soy -intentó explicarle. Ella levantó la cabeza y estuvo a punto de quemarlo con la intensidad de su mirada.
-Eres el teniente Efron, de San Felipe, California. Eres un hombre que anda con bastón y que sufre por ello. Eres un SEAL de la Marina. Siempre serás un SEAL. Lo eras cuando tenías once años. Y lo serás cuando mueras.
Tomó su cara entre las manos y lo besó: un beso dulce y apasionado que casi logró que él la creyera.
-Hace poco tiempo que te conozco -continuó ella-, pero creo conocerte lo bastante bien como para estar segura de que vas a salir adelante. No vas a conformarte con una especie de limbo. Sé que vas a hacer lo que sea necesario por volver a sentirte completo. Sé que decidirás lo correcto. Tu historia va a tener un final feliz. No te des por vencido -lo besó de nuevo y se levantó-. Nos vemos luego, ¿de acuerdo?
-Nessa...
Pero ella ya estaba cerrando la puerta silenciosamente a su espalda. Zac se tumbó en la cama y miró el techo. Vanessa tenía tanta fe en él... «No te des por vencido». Parecía convencida de que él haría todo lo que fuera necesario para volver a una vida activa.


El también había tenido aquella fe, pero el tiempo y los fracasos habían ido desgastando su trama, y ahora se transparentaban todas sus dudas. Durante los días anteriores, aquellas dudas se habían hecho muy fuertes. Empezaba a hacerse claro como la luz del día que entraba por las persianas que no estaba en su mano recuperarse. Podía esforzarse, llevarse hasta el límite, hacer ejercicio hasta desmayarse, pero si la rodilla seguía sin aguantar su peso, si la articulación no podía moverse en ciertas direcciones, estaría haciendo poco más que darse de cabezazos contra una pared.
Ahora, sin embargo, tenía a Nessa, que creía en él, que estaba convencida de que tenía fuerzas para superar su lesión, para sobreponerse, para volver de nuevo a ser un SEAL en servicio activo.
Los sentimientos de Nessa eran más profundos de lo que dejaba traslucir. Zac sabía sin duda alguna que no habría hecho el amor con él si no sintiera algo. ¿Se estaba enamorando de él? Era muy posible. Nessa era amable y tierna. Él no sería el primer desgraciado al que acogía en su corazón.
De algún modo, él la había hecho creer que valía su tiempo y sus emociones. De algún modo, la había engañado para que creyera en sus castillos en el aire. De algún modo, se había creído que de veras habría un final feliz para él.
Zac cerró los ojos. Quería que así fuera. Quería levantarse de la cama y entrar en el cuarto de baño sin tener que usar el bastón. Quería atarse las zapatillas de deporte y correr diez kilómetros cronometrados antes de desayunar. Quería irse a la base naval y unirse al equipo en alguno de sus interminables ejercicios. Quería volver a la palestra, estar listo para cualquier cosa, dispuesto a que lo enviaran al extranjero en cualquier momento, cuando fuera necesaria la intervención de la Brigada Alfa. Y quería volver a casa tras una misión difícil y encontrar la dulzura de los brazos de Nessa, el puerto acogedor de sus besos y la cálida luz de sus ojos llenos de amor.
Dios, quería todo aquello.
Pero ¿lo querría Nessa si fracasaba? ¿Querría pasarse la vida esperando a que él la alcanzara? ¿Querría estar junto a un hombre atrapado para siempre en el limbo entre lo que había sido y lo que esperaba y no volvería a ser?
«No vas a conformarte con una especie de limbo», le había dicho. «Sé que vas a hacer lo que haga falta para volver a sentirte completo».
«Vas a salir adelante».
Pero ¿y si no era así? ¿Y si su rodilla no le permitía reincorporarse a los SEAL? Y, según su modo de ver, reincorporarse era el único modo de salir adelante. De lo contrario, sería un fracasado.
Pero Vanessa tenía fe en él.
Él, sin embargo, ya no tenía esa confianza. Sabía lo fácil que era perder cuando las cosas escapaban a su control. Y, por más que le pesara, su recuperación no estaba en sus manos.
Empezó a dolerle la rodilla y echó mano del analgésico. Pero hubiera deseado tener algo que aliviara igual de rápida y eficazmente el dolor que sentía en el corazón.

2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Haaaaaaa
El CApi Estuvo SUper..
PAso de todo O_o
Esta super..
ya Se dieron las cosas con ellos..
super
siguela pronto
muaccc

dani1301 dijo...

ah.....................................
estuvo el capi
me encanto
estuvo muy bueno
no me lo esperaba en este capi
bueno me encanta tu nove
siguela prontito
bye

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